A Juan Vitalio Acuña Núñez (Vilo) lo conocí personalmente por los alrededores de 1962. En aquel entonces ocupaba la jefatura de una Unidad Militar en la zona del Caribe enclavada en el pueblo de Las Minas. Nos recibía con una sonrisa franca y diáfana y su presencia inspiraba confianza; motivo por el cual guardo gratos recuerdos y vivencias que llevo siempre en mi corazón junto con el desempeño del trabajo pioneril en el municipio de Campo Florido.
Hoy, no hablaré de su heroísmo, de su trayectoria guerrillera o del destacado internacionalista que entregó su vida en tierras bolivianas, sino de un hombre extremadamente humano y, ¡eso sí! apasionado por los niños. Cuatro retoños dejó a la hora de partir con el Che hacia aquellas lejanas tierras.
Un buen día visité su Unidad Militar, pues quería pedirle ayuda para mis pioneros del territorio –le dije- Comandante, necesito hombres, provisiones, tiendas de campaña y transporte para montar un campamento pioneril en Jibacoa.
¡Ah!, cará… pides poco. –en ese momento sonó el teléfono, tenía cuatro en su oficina; casi tomó los cuatro al mismo tiempo. Era tosco, torpe, pero a la vez tierno y maravilloso. Él me respondió -tengo los carros ZIL en mantenimiento… por lo que me cuentas, son cuatro los que necesitas… no hay problema, ¿cuándo sería? –me preguntó enfático- Dentro de tres días, le dije.
Se comprometió y en poco tiempo amaneció instalado un hermoso campamento pioneril en las afueras de la ciudad, que se veía desde lo más alto de las lomas de Santa Cruz del Norte, con sus dos banderas: la del destacamento pioneril y nuestra flamante bandera cubana.
Cien niños del municipio de Campo Florido bien protegidos y custodiados por combatientes y guías de pioneros, garantizaban la tranquilidad que reinaba en aquel pedazo de isla, donde el silencio y las olas del mar arrullaban a los niños con la brisa fresca del follaje verde de uvas caletas que les hacían tener un sueño reparador.
Al día siguiente, todos en formación, organizaban tres destacamentos de niños para las tareas del día. Las misiones eran; búsqueda de caracoles, insectos y hojas preciosas, donde el ganador sería quien rescataría la bandera pioneril que flotaba airosa en la cúspide de una de sus grandes lomas.
Hoy, después de muchos años queda la imagen de ese histórico campamento pioneril y la cooperación de nuestras Unidades Militares, de quienes siempre teníamos el apoyo de los jefes y los políticos (Vilo, Céspedes, Iglesia, Torriente) para llevar a cabo un encuentro con militares y niños, excursiones y actos culturales. Con la jefatura de las Unidades Militares que rodeaban al municipio se garantizaba el trabajo pioneril con una excelente participación de todas ellas.
Tiempo inolvidable fue el de la Tricontinental, donde las fogatas hacían gala de la fecha, Asia, África y América Latina.
A otra fogata asistía Vilo, su llegada siempre era inesperada. Ese día lo vimos cómo se bajaba del Jeep. No sabía cuál dirección tomar, pues la herradura de niños ya estaba formada para la iniciación e imposición de pañoletas. Se colocó donde más le gustó; junto a las llamas de la fogata.
Las lengüetas de fuego como queriendo abrazar el cielo, iluminaban el rostro de Vilo, que sufría transformaciones; lo mismo reía que se tornaba serio.
Con toda solemnidad se lleva a cabo la iniciación y los niños reciben la pañoleta, los atributos y la bandera del destacamento, en un pequeño terreno del pueblo de Bacuranao.
Los pequeños iniciados eran seis. Ahora, al cabo de 59 años compartimos con aquellos muchachos recordando con alborozo aquel tiempo. Todos peinan canas, pero la vivencia, sigue siendo inolvidable.
Moraima nos cuenta cómo recuerda a Vilo.
Bueno, yo era pequeña, pero lo tengo muy impreso en mi mente como un hombre fuerte, trigueño, grueso, de pelo lacio y pelado a lo militar.
Guardo dentro de mi corazón muchas impresiones, por ejemplo… no olvido su modestia, su sencillez y el cariño que sentía por lo niños.
La muerte de Vilo me sorprendió muchísimo y recuerdo con amor que seis años después tuve el honor de participar en una caminata por la Unidad Militar, donde se escenificó su caída en combate en Bolivia. Su hija Elena representó a Tania la Guerrillera.
También Carmen, recuerda y siente orgullo en decir: “A mí me inició como pionera Vilo Acuña, el anudó la pañoleta en mi pecho".
Siempre aprendimos que ese nudo significa la unión de todos los niños del mundo. Esa es una de las vivencias más hermosas de mi vida y será imborrable la etapa de pionera.
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