Desde el triunfo del proceso revolucionario, el imperialismo norteamericano se propuso desarticularlo y acudió a todo tipo de acciones, desde alentar y apertrechar a bandas contrarrevolucionarias en nuestro país, planear asesinar a los máximos dirigentes revolucionarios, sobre todo al Comandante en Jefe Fidel Castro, hasta pretender aislar a Cuba del resto de las naciones del continente, tal como ocurrió en la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, convocada por la Organización de Estados Americanos (OEA), entre el 22 y el 31 de enero de 1962, en Punta del Este, Uruguay.

Aquella cita tenía como propósito promover nuevas sanciones económicas y políticas contra Cuba, traducidas en su aislamiento diplomático, el cese total del comercio con la Isla y, especialmente, su expulsión del Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR) bajo el pretexto del vínculo con potencias extra continentales y la incompatibilidad del marxismo-leninismo con los principios del Sistema Interamericano.

El gobierno norteamericano logró la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA). De las nueve resoluciones aprobadas, cuatro eran contra la Isla y, a excepción de México, el resto de los gobiernos latinoamericanos rompieron relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario.

Esta maniobra fue la antesala para que el 3 de febrero de 1962, el presidente John F. Kennedy firmara la Orden Ejecutiva Presidencial No. 3 447, que estableciera el bloqueo total del comercio entre Cuba y Estados Unidos, una genocida política que se mantiene hasta nuestros días e incluso se ha recrudecido con el paso de los años.

Ante esta conspiración en la cita de Uruguay, la respuesta del pueblo cubano no se hizo esperar y al llamado del Gobierno Revolucionario para constituir la Segunda Asamblea General Nacional del Pueblo y “dar cabal respuesta a la maniobra, a la conjura, al complot de los enemigos en Punta del Este”, como dijera Fidel, más de un millón de cubanos se reunieron, el 4 de febrero de 1962, en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, para respaldar a la Revolución.

El pueblo cubano aprobó la Segunda Declaración de La Habana, el 4 de febrero de 1962. Foto: Archivo

En su histórico discurso, el máximo Líder de la Revolución agregaba: "… En todo el mundo están puestos los ojos sobre nuestro pueblo en el día de hoy; los pueblos de todos los continentes están esperando esta respuesta de nuestra patria".

Es así que se aprueba lo que se conoce como la Segunda Declaración de La Habana, donde se analizan las raíces históricas que sirven de base a la inevitable revolución de los pueblos de Latinoamérica contra el Imperialismo y los peligros que este entraña.

En el documento, Fidel también rememora las predicciones que en 1895 José Martí escribiera, convencido del peligro que simbolizaba Estados Unidos para los pueblos de América y en especial para Cuba, y denuncia la intervención del gobierno norteño en la política interna de las naciones del área, que se comportaba de forma cada vez más abierta, ante el temor de una revolución latinoamericana como lo había hecho Cuba.

La Declaración reafirma la autodeterminación y soberanía de la nación cubana y en ella Fidel pronuncia la histórica frase, que luego el Comandante Ernesto Che Guevara leería en las Naciones Unidas y se haría famosa en el mundo entero:

"Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. ¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!."

La Segunda Declaración de La Habana mantiene total vigencia. En medio del férreo bloqueo, esta pequeña Isla sigue apostando por su proceso revolucionario sin renunciar a sus principios.

En audio, Segunda Declaración de La Habana

Fragmento del Noticiero ICAIC sobre este hecho

Fuentes consultadas:·