Quizás no sepa que la artista de la plástica cubana, Lilia Jilma Madera Valiente, vivió durante muchos años, y hasta su muerte, en la barriada habanera de Lawton, municipio de Diez de Octubre. La reconocida escultora, alcanzó celebridad mundial por ser la primera mujer, y la única, en cincelar en mármol blanco de Carrara una obra de gran magnitud: el Cristo de La Habana.

Nació hace exactamente 105 años, el 18 de septiembre de 1915, en el municipio de San Cristóbal, Pinar del Río, (actualmente en Artemisa). Cursó estudios en la capital, donde se tituló de Maestra en Economía Doméstica en junio de 1936. Al año siguiente es autorizada para ejercer esta profesión en una escuela primaria, en la cual trabaja durante 25 años. Además, el dominio de la lengua inglesa le permitió ejercer como profesora de idioma en varios centros escolares.

Jilma Madera Foto: Tomada de radio Ciudad de La Habana

Su amor por las artes plásticas la llevó a matricularse en una academia de pintura y escultura, que le permitiera desarrollar sus inquietudes artísticas. Por eso, ingresa en San Alejandro donde destaca por su talento y obtiene diversos premios, y recibe el título de profesora de dibujo y modelado. Escoge la escultura y para perfeccionarla realiza estudios en Nueva York. También visita importantes museos y galerías de diferentes países de América y Europa. En México profundiza sobre la cultura prehispánica.

Los más disímiles materiales y figuras fueron moldeados por sus prodigiosas manos, con su sello propio y original talento nos legó una extensa obra emplazada en diversos lugares de Cuba y otros países como Puerto Rico, Estados Unidos, y la antigua Republica de Armenia de la extinta Unión Soviética.

Monumentos como El Pacto del Silencio, ubicado en el Cacahual; el busto de José Martí, en el pico Turquino, la mayor elevación montañosa de Cuba, a 1974 sobre el nivel del mar; los relieves de Carlos Juan Finlay, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, y su extraordinario y apreciado por habaneros y visitantes, Cristo de La Habana, declarado Monumento Nacional en 2017, son expresión de su fecunda y extraordinaria obra.

Martí marcó pautas en su vida, por lo que siempre sintió deseos de pintar y esculpir su figura. Le realizó un retrato que expuso en la Fragua Martiana, en 1952. Es el Martí del Turquino y el que está a la entrada del Museo de la Revolución.

¿Cómo surgió la idea del busto de Martí en el pico Turquino?

En 1953, Año del Centenario del natalicio de José Martí, se organizaron numerosas actividades para celebrar esa fecha histórica. La joven maestra pinareña Emérita Segredo Carreño, integrante de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, propuso en una reunión que el homenaje de esa institución fuera el de colocar un busto de Martí en el lugar más alto de nuestra Patria, en el Pico Turquino.

La idea fue bien acogida por la Asociación, con sede en la Fragua Martiana, integrada por un colectivo de ex alumnos de Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, designado secretario del Partido Revolucionario Cubano por Martí. Entonces, Gonzalo de Quesada y Miranda, contactó con Jilma Madera y le pidió que hiciera un busto idéntico al que había donado ella a esa institución y que se exhibía en uno de sus salones.

El viernes 19 de diciembre de 1952, en La Habana, en la casa de Quesada, en la calle Paseo número 654, entre 29 y Zapata, Vedado, se reúnen Quesada, Silveira y Pérez de Acevedo. El doctor Manuel Sánchez Silveira, padre de Celia Sánchez Manduley, heroína de la Revolución, se incorpora oficialmente y se convierte en el alma de la idea.

Jilma Madera y Celia Sánchez en el pico Turquino Foto: Tomada de radio Ciudad de La Habana

En aquella ocasión, Gonzalo de Quesada hizo un llamado para que propusieran frases del Maestro, para escoger una y ponerla en el busto del Turquino. La frase propuesta por Jilma fue la seleccionada. “Escasos como los montes son los hombres que saben mirar desde ellos y sienten con entraña de nación o de humanidad”.

La ejecución del proyecto recibió cooperación técnica del Instituto Nacional de Arqueología (INA), que presidía Roberto Pérez de Acevedo, y del padre de Celia, delegado del INA en Oriente. En una entrevista que le realizara el periódico Granma en mayo de 1983, Jilma expresaba:

«La participación de Sánchez Silveira fue decisiva, pues él se ocupó de ejecutar la idea de llevar el busto de Martí a la Sierra. Desde entonces se estableció una correspondencia frecuente con él, al apartado 80 de Manzanillo, pues Sánchez Silveira estuvo en varias ocasiones en Ocujal con vista a resolver todo lo referente a la instalación del busto, que le enviamos por ferrocarril a Manzanillo, luego de hacerle llegar los planos, así como los fondos para pagar los salarios a los campesinos que contrató para realizar el trabajo».

El doctor Manuel Sánchez Silveira, colocando el acta oficial de la expedición en la urna que existía en el Pico Turquino. Aparecen también en la foto Jilma Madera, Aníbal T Díaz y Celia Sánchez. Foto: Tomada de Granma

Al Pico Turquino subieron unos cincuenta martianos, vestidos con uniforme verde olivo, junto a Celia y su padre. Se dice que hombres del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), los siguieron, pensando que se alzarían en las montañas. Sobre el mediodía en un asta improvisada, con una rama de un árbol, se izó la bandera cubana y se procedió a develar el busto de Martí. Y así quedó para siempre en el lugar más alto de la Isla; era el 21 de mayo de 1953.

Su monumental obra

El Cristo de La Habana, lo hizo a partir de una convocatoria del gobierno, por petición de la esposa de Fulgencio Batista. Lo realizó en mármol blanco de Carrara, relleno de concreto, su peso total es de 320 toneladas, integradas por 67 piezas que se imbrican en el interior, tiene 20 metros de altura, más la altura de su base, la cual se eleva a 51 metros sobre el nivel del mar.

Se inauguró el 25 de diciembre de 1958, a la entrada de la bahía habanera. Representa un Cristo fuerte, grande, en el pecho se le ven los dorsales, se le notan las rodillas, la cara dulce y los labios gruesos, las cuencas de sus ojos está vacías, lo cual ha conllevado a diversas interpretaciones.

Foto: Tomada de Cubadebate

Se dice que la expectativa de muchos era que el Cristo fuera algo parecido al Cristo de Rio de Janeiro en Brasil, pero Jilma quiso hacer algo bien distinto inspirado en su modelo muy particular de hombre con facciones de cubano, lo soñó y esculpió bien varonil, con labios muy carnosos ojos oblicuos que hablaban por si solos, en chancletas y con nariz griega, como la de ella, en fin “un Cristo como el gran amor de su vida”.

A pesar de ser un referente en el universo de las artes plásticas, fue una desconocida para la mayoría de los cubanos, pues por mucho tiempo ignoraron quién había sido la autora de esta poderosa imagen, independientemente de que las agencias internacionales del momento la distinguieron con honores en su inauguración.

En su honor, en una sala del museo municipal de Historia de su localidad natal atesoran una colección con más de mil piezas de la artista, entre ellas, su primera obra cuando estudiaba en la Academia San Alejandro, el relieve en piedra de un perfil de mujer. Además, fotografías, documentación, iconografía, labores en yeso, terracota y bronce, objetos personales y un bloque de mármol de Carrara, además de otros fondos donados por sus familiares.

Jilma Madera se vio obligada a interrumpir su labor creadora en 1960 por padecer glaucoma, pero se convirtió en una promotora cultural. En 1961 se incorpora a la campaña de alfabetización, y luego a la Brigada Conrado Benítez. Nunca dejó de contribuir a la cultura nacional. Falleció en La Habana el 21 de febrero de 2000, los octubrinos aún recuerdan con admiración y cariño, a una de las artistas más reconocidas que vivió en esta localidad capitalina.

Foto: www.excelenciascuba.com

Referencias

Enciclopedia cubana Ecured

Revelan nuevos detalles sobre el busto de José Martí en el pico Turquino
Quiénes, cómo y cuándo colocaron el busto de Martí en el pico Turquino