Resulta impresionante atravesar el monumental Túnel de La Habana, sobre todo al pensar que viajamos una distancia de 733 metros, a 14 metros por debajo del nivel del mar, gracias a esta maravilla de la ingeniería civil cubana, inaugurada el 31 de mayo de 1958. 

Desde inicios del siglo XX se presentaban ideas de como conectar el centro urbano de la capital con su parte este, si a través de un puente o túnel, y hasta se llegó a diseñar un proyecto para enlazar ambos lados del canal de entrada de la bahía de La Habana por medio de un puente, el cual evidentemente nunca se ejecutó. 

No fue hasta 1949 que se efectuó un estudio de factibilidad, el cual determinó las ventajas de la construcción de un túnel, sobre el anterior proyecto. Para decidir su ejecución, se estableció un decreto presidencial por Fulgencio Batista, quien en 1954 ordenó la elaboración de un informe con las características técnicas que debía reunir la obra. 

Al final, se acordó la creación de la Compañía de Fomento del Túnel de La Habana, la cual adjudicó la obra a la firma francesa Societé des Grands Travaux de Marseille. La supervisión técnica fue encargada a la empresa norteamericana Frederick Snare Corporation, y la dirección facultativa a cargo del ingeniero cubano José Menéndez Menéndez, pues la legislación exigía que esta responsabilidad debía ser asumida por un profesional del país. 

El proyecto definitivo concibió una longitud de 733 metros de los cuales 520 corresponden a piezas prefabricadas de hormigón armado, movidas por flotación hasta su ubicación final para ser hundidas y colocadas en un canal excavado en el fondo marino. Cada uno de los elementos se diseñó con una sección transversal de 22 metros de ancho, con cuatro sendas, dos para cada sentido de circulación, los que posibilitarían el tránsito de mil 500 vehículos por hora. 

Su ejecución comenzó en 1955, para lo cual fue necesario dragar 250 mil metros cúbicos de roca y más de 100 mil de arena. En cada extremo del trazado proyectado se excavaron túneles in situ, y se colocaron edificaciones para la ventilación. 

El acceso del lado oeste se resolvió con un esquema de vías a desnivel y varias conexiones con la red de calles y avenidas preexistentes. La salida oeste se diseñó como una gran trinchera de 400 metros de largo, con una mayor altura y ancho en la entrada, coronada con tres bóvedas conoidales de hormigón armado. 

La construcción del túnel constituyó una gran ventaja para los viajeros, pues se estima que un automóvil a 60 kilómetros por hora puede pasar el túnel en apenas 45 segundos. De lo contrario, sería necesario bordear durante más de media hora de recorrido casi 20 kilómetros, circundando la Bahía.  

Luego del triunfo revolucionario en 1959, este paso permitió ampliar la ciudad con la urbanización de La Habana del Este, donde se hicieron algunos edificios a principios de la década del 60, según el Plan de Ahorro y Viviendas dirigido por Pastora Núñez; Bahía, y más al Este, después de Cojímar, se desarrolló el Plan de Viviendas de Alamar. 

La obra también favoreció la explotación de las playas del este, zona turística de enorme disfrute para capitalinos, y visitantes nacionales y foráneos, así como de la reconocida playa Varadero en Matanzas. 

La complejidad y originalidad de sus soluciones técnicas, así como la elevada calidad de su ejecución y su importancia vial definieron su reconocimiento, desde 1997, por la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC), como una de las Siete Maravillas de la Ingeniería Civil cubana.