Al arribar al centenario del natalicio de Celia Sánchez Manduley debemos valorarla en su justa dimensión. Recordemos a la luchadora que no se detuvo ante ninguna dificultad; siempre cerca del pueblo, alma de los necesitados; y en cada obra que emprendiera lo útil debía ir acompañado de lo bello, en fin, evoquemos a la más autóctona flor de la Revolución cubana.
Siempre mostraba su pasión por el arte y la necesidad de educar al pueblo en el sano disfrute de la cultura. Mucho tuvo que ver con el surgimiento de importantes y emblemáticos lugares como la Comandancia General de la Plata en la Sierra Maestra, el parque Lenin, el Coppelia y el Palacio de Convenciones.
Su gran fortaleza de carácter, tenacidad, sensibilidad patriótica y política comenzó a formarse desde su niñez en Media Luna, hoy provincia de Granma, donde nació el 9 de mayo de 1920, pues sus padres le inculcaron sentimientos de justicia y dignidad.
Cuando su papá, el doctor Manuel Sánchez Silveira, viajaba a La Habana, la llevaba junto a sus hermanos a la Casa Natal de José Martí y les hacía palpar la escalera que conducía al piso superior, mientras les decía: “Por ahí de niño pasó su mano el Maestro”.
Lo acompañaba a sus visitas a los enfermos en el municipio de Pilón. Entraba a los bohíos de los campesinos y trabajadores agrícolas, que solo tenían empleo una tercera parte del año, donde las mujeres daban a luz en camastros de paja y los recién nacidos eran mecidos en hamacas de yute. Pronto comprendió que las obras benéficas solo contribuían a aliviar la situación de los más necesitados, pero no resolvían los problemas sociales que aquejaban al país.
Esto motivó su decisión de unirse a la Ortodoxia de Eduardo Chibás, sin embargo, el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 cerró toda posibilidad electoral, por lo que se hizo partidaria de la lucha armada y se involucró con organizaciones de perfil insurreccional. Manuel Echevarría, fundador del Movimiento 26 de Julio en Manzanillo, la puso en contacto con Frank País y así quedó integrada al movimiento dirigido por Fidel Castro, en el cual nunca ocupó cargos directivos, aunque asumió tareas relevantes.
Con su nombre de guerra, Norma, constituyó una figura fundamental en los preparativos de la expedición del yate Granma y del inicio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Por orientaciones del Movimiento organizó una red de colaboradores campesinos en las cercanías de donde debía desembarcar la expedición dirigida por Fidel Castro.
Como integrante del pelotón de la comandancia, combatió en El Uvero. Fue la primera mujer que ocupó la posición de soldado combatiente en las filas del Ejército Rebelde. Después de esa acción, Fidel la envió de nuevo al llano con importantes encomiendas, etapa de mayor peligro para su vida.
También estuvo relacionada con la creación del batallón femenino Mariana Grajales, que operaba en la zona de La Plata, Sierra Maestra, como apoyo a la retaguardia guerrillera. Este hecho demostró que las mujeres cubanas también podían ocupar posiciones de combatientes guerrilleras en los combates del Ejército Rebelde contra el gobierno de Batista.
Participa junto a Fidel en diversos combates y marcha en la Caravana de la Victoria en enero de 1959. Durante la Guerra de Liberación Nacional se había dedicado a recopilar toda la documentación de la lucha en la Sierra Maestra desde 1956 hasta 1959, lo que contribuyó a la creación de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado en 1964.
Después del triunfo revolucionario asumió importantes tareas y responsabilidades y fue participante activa de los momentos más trascendentales de la Revolución, de todas las actividades relevantes y las obras más significativas. Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Pero no hay mejor evocación que la de Eugenia Palomares Ferrales, quien fuera adoptada por su madrina Celia a los 8 años. La recuerda con gran amor, admiración y respeto, pero sobre todo no olvida la firmeza y rectitud de su carácter, que influyó de manera significativa en su vida y la convirtió en una mejor persona.
“Celia era una mujer muy independiente y sabía hacer de todo. Recuerdo que dormía muy poco, tenía mucho trabajo, se reunía desde las 5:00 de la mañana. Siempre estaba pendiente a los problemas del pueblo a través de nosotros, para darle solución. Tenía mucha responsabilidad, pues atendía cuatro direcciones, del Consejo de Ministro y del Consejo de Estado, pero siempre tenía un momento para atendernos, a mí y a otros tres niños que cuidaba, que eran casos sociales”, expresó en una ocasión a Tribuna de La Habana.
“Vivir con Celia fue un placer inmenso y además, un proceso de formación, porque todo lo que soy y lo que aprendí se lo debo a ella. Nos enseñaba a cocinar; a comer adecuadamente, porque teníamos la costumbre de hacerlo con los platos en las manos. Nos inculcó el respeto a los maestros, que para ella eran sumamente importantes. Era una ferviente martiana, y aunque no hablaba mucho de Martí en la casa, se veía que dentro de ella había un Martí impregnado”.
“Me inculcó leer sobre él, Gómez, Maceo, de las tradiciones patrióticas. A ella le debo ser maestra y tener la capacidad de formar a las nuevas generaciones. Pienso que hay que tener a Celia muy presente porque fue una educadora y formadora de hombres y mujeres; y yo soy un ejemplo de ello”, afirmaba con enorme orgullo.
Cuando Celia falleciera el 11 de enero de 1980, el Doctor Armando Hart Dávalos expresaba: “¡Esa fue Celia, compañeros! Grande en su abnegación heroica, en su lealtad incondicional, grande en su identificación con el pueblo, en su amor a la obra de la Revolución, en su interés apasionado por los demás. Grande en su preocupación por los aspectos más concretos y decisivos de cada obra de la Revolución. Grande, quizás, sobre cualquier otra virtud, en su modestia y sencillez. Entre todas sus cualidades debemos efectivamente destacar su rechazo a cualquier forma de ostentación y su apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar. Esta era, seguramente, una de sus más conmovedoras virtudes”.
Referencias
Muchas Celia le hubiera hecho falta a esta Revolución, sensibilidad sin límite a las necesidades del pueblo