Fue Céspedes quien encendiera la llamada de la Revolución el 10 de octubre de 1868, cuando libertó a sus esclavos, los invitó a sumarse a la lucha y enarboló la bandera de la independencia. Desde entonces ni escatimó sacrificio alguno ni descansó en pos de materializar este objetivo.
Se sabe todo cuánto hizo y sacrificó por salvar la Revolución y llevarla a feliz término. Por sus méritos y la decisión de poner la causa de la independía por delante ante la disyuntiva de claudicar a cambio del perdón para su hijo, sus compatriotas lo consideran el Padre de la Patria.
Pero mucho más allá de esquemas y tendencias mixtificadoras –culpables de reducirlo en ocasiones solo a hechos muy puntuales- su presencia en los anales de la Isla supera cualquier intención meramente anecdótica.
Céspedes fue un revolucionario de singular inteligencia, quien por sobre todo amó la Patria y la independencia. Fue estadista adelantado a su tiempo; un pensador profundo, que se proyecta desde los documentos de campaña, manifiestos, cartas y directamente desde la acción política.
Mortal –al fin y al cabo- tuvo yerros, pero nunca tantos como la grandeza: semilla eclosionadora que rindió culto a la Patria, con el grito primigenio y eterno por la independencia.

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Excelente documento, Elías Argudín Sanchez!??