No son pocas las mujeres –y hombres– que ante el recuerdo de su natalicio el 7 de abril de 1930, evocan las dulzuras de aquella guerrillera de nombre Vilma, que tanto hiciera por Cuba y su gente.

Habiendo nacido en cuna acomodada, no dudó en unirse a la lucha por un país mejor, que desdeñara de una vez y para siempre los privilegios para unos pocos y ponderara las principales garantías humanas para todos.

Con fusil al hombro se le puede ver en las fotos, de cuando la Sierra Maestra se les convirtió en casa, sin perder la ternura en su mirada de madre de todos, que una vez triunfada la Revolución, trabajara sin descanso por la emancipación de la mujer cubana y su expresión plena en la construcción de esa conjunción hermosa de presente-futuro de una nación.

Foto: Archivo de Granma

Vilma, simplemente ella, la de delicados rasgos y ademanes, pero increíble fortaleza en el alma y en las ideas, la Vilma de la Federación, la Vilma de Raúl, la Vilma de las cosas hermosas en tiempos de ventisca, la del avance, nunca el retroceso, la que tantos buenos recuerdos dejó en la memoria de este pueblo y de todo aquel que pudo comprobar su visión de porvenir y quienes disfrutaron sentirse mejores seres humanos guiados por su mano.

Hoy, quienes continúan su legado en la lucha por una Cuba sin violencia de género, por la igualdad plena, por la no discriminación y la luz, al final, la recuerdan y aún en días de pandemia, aseguran un minuto del día, para desearle, allá en el firmamento donde descansa: ¡Felicidades!