Diversas emisoras radiales anuncian el hallazgo del cuerpo de un joven negro el 7 de febrero de 1958. Era Gerardo Abreu Fontán, capitán y jefe de las Brigadas Juveniles del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, quien fuera detenido el día anterior en una de las calles habaneras, cruelmente torturado y luego asesinado.
Procede de una familia muy humilde de Santa Clara, por lo que apenas tuvo oportunidad de estudiar, desde muy joven se dedicó a trabajar para contribuir con el sustento de su hogar. Se traslada hacia La Habana cuando tenía 11 años, en busca de mejores oportunidades de empleo. Sufre una doble discriminación: por ser un trabajador humilde y por negro. Esto fue forjando su rebeldía y al ocurrir el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, se entrega al combate frente a la tiranía batistiana.
Si queremos encontrar las razones por las cuales este valeroso luchador llegó a alcanzar la máxima autoridad y respeto de quienes lo conocieron, debemos recordar sus primeros pasos en la Juventud Ortodoxa, sus vínculos de amistad y su identificación política e ideológica con Ñico López Fernández, quien a su regreso del exilio organiza las brigadas nacionales del 26 de Julio, en las que Fontán participa activamente. Sus tareas iniciales estuvieron relacionadas con la labor de propaganda. Ñico López le orienta convertir la ciudad en un verdadero mural de denuncia contra la tiranía, por lo que cada amanecer habanero aparecían grandes letreros con consignas revolucionarias.
Fontán se caracterizaba por su disciplina, honradez, sensibilidad, inteligencia, optimismo e indudable valentía, se preocupaba porque en las acciones no cayeran víctimas inocentes. Afirmaba que él no quería morir, pero exponía su vida precisamente por vivir.
Cuando Ñico López parte hacia México para enrolarse en la expedición del Granma, Fontán asume la dirección de las brigadas del 26 de julio en La Habana. Despliega una actividad tan intensa que las fuerzas represivas lo perseguían incansablemente. Una de las acciones organizadas por Fontán, que tuvo mayor repercusión en la capital, fue la colocación de más de 100 bombas en una noche.
El 6 de febrero de 1958, es identificado por los esbirros de Ventura y perseguido hasta la calle Santa Rosa, donde lo detuvo una perseguidora. Lo arrestan cuando iba a subir a un ómnibus en la esquina de Infanta y Manglar. Lo llevan a la Novena Estación de Policía donde es torturado atrozmente para obtener información sobre los compañeros del Movimiento 26 de Julio en La Habana, y el lugar donde se ocultaban las armas.
Su cadáver aparece al lado del llamado palacio de los Tribunales de Justicia. Tenía 15 perforaciones producidas por armas de fuego y 57 heridas hechas con un punzón; le habían cortado la lengua y le destrozaron sus órganos genitales, pero no lograron doblegar al valiente joven de 25 años.

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