“Creo que si me corto las venas, corre por mi sangre un río de guarapo amargo." confesó una vez Jesús Menéndez, líder de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), ferviente defensor de la clase obrera azucarera, que propició el diferencial azucarero y muchas otras reformas en ese sector, conocido como El General de las Cañas.

Nació en una pequeña finca de un sitio llamado La Palma, cerca de Encrucijada, en la actual provincia de Villa Clara, el 11 de diciembre de 1911. No podía asistir regularmente a la escuela, porque tenía que ganarse el sustento limpiando zapatos, vendiendo pollos y viandas del sitio del abuelo, por lo que apenas aprendió las primeras letras y la tabla de multiplicar. También trabajó como machetero, escogedor de tabaco, y purgador de azúcar.

A pesar del bajo nivel escolar que tuvo la oportunidad de alcanzar tenía afición por la historia de Cuba, de la revolución francesa y la literatura revolucionaria de la época. Con sólo 18 años se une a las luchas sindicales en el entonces central Constancia (Abel Santamaría). En 1931 ingresa en el primer Partido Comunista de Cuba y adopta el seudónimo de Junio. Comienza como dirigente de base, y diez años más tarde lo eligen Secretario General de la Federación Nacional de Obreros Azucareros (FNOA), que por iniciativa propia se convirtió en la FNTA, al incluir a los empleados y técnicos de todas las ramas de la industria.

Durante su mandato, los trabajadores del sector lograron hacer realidad algunas de sus históricas demandas: el primer convenio colectivo de trabajo, la creación de retiro azucarero, el Decreto 117 sobre el régimen salarial que estableció aumentos de sueldos de un 32 %, la participación obrera en las negociaciones de zafra, la creación de una clínica nacional azucarera, frustrada después de su asesinato, y la clausura de garantía que viabilizó el pago del diferencial azucarero.

Resulta electo representante a la Cámara en 1940 y 1946. Como parlamentario, solo podía ser detenido por acuerdo del congreso. Cuentan los viejos obreros del azúcar que la orden de matarlo había sido dada mucho antes del 10 de diciembre de 1947, cuando declara al periódico Hoy: “No comenzaremos la zafra si no nos ponen el diferencial en la punta de la mocha”.

En la mañana del 20 de enero del año siguiente, sale para Santiago de Cuba, donde tiene una reunión con el ejecutivo de la FNTA, y dos días después parte para Bayamo. En el central Mabay (Arquímedes Colina), el ejército intimidaba a los obreros para que abandonaran el paro.

Se entrevista con el administrador en el ingenio, junto con el entonces alcalde de la Ciudad Monumento, el ortodoxo Beto Saumell, quien quería resolver el conflicto, "Menéndez no estaba armado, vestía una guayabera blanca y se le hubiera visto el arma", confesó Saumell años después.

El alcalde regresa a su ciudad mientras el dirigente sindical continúa hacia Bartolomé Masó. Entretanto, Castillas Lumpuy, "el capitán del odio", como lo bautizara nuestro poeta nacional Nicolás Guillén, viaja hacia Mabay, pero al llegar, Menéndez ya se había marchado.

Entonces toma nuevamente el tren y en la estación de Yara se encuentra con el líder azucarero y el también parlamentario Paquito Rosales. En principio conversan en tono mesurado pero al llegar a Manzanillo, el militar le dice: “Tiene que acompañarme al cuartel.” Y Menéndez responde: "Parece que usted no se da cuenta de que soy representante a la cámara y que no puedo ser detenido”.

Castillas Lumpuy quiso sujetarlo por el brazo pero Menéndez se zafa. “Lo siento capitán, pero ya le dije que no puedo acompañarle”, por lo que el sicario camina unos pasos por el andén, se recuesta en la escalerilla, saca su pistola y dispara, mientras vocifera: “Te dije que ibas vivo o muerto, Menéndez”.

El líder sindical recibe los impactos por la espalda, cae al suelo, pero el capitán del odio le sigue disparando. Así fue asesinado el líder de los trabajadores azucareros, la noche del 22 de enero de 1948.

Referencia

Enciclopedia cubana Ecured