Sospecho que pocas personas conocen por Doralina de la Caridad, a la célebre escritora nacida el 22 de diciembre de 1910 en el poblado Recreo, actual Máximo Gómez, de la provincia de Matanzas, quien con su vasta obra dedicada a niños y adultos, legó una huella indeleble en la cultura cubana. 

Creo poco probable que sus padres, Adela Pérez de Corcho, cubana de origen campesino y el asturiano David Alonso Fernández, criador y vendedor de ganado, alguna vez imaginaran que aquella niña se convertiría en una escritora famosa. 

Sin embargo, Dora Alonso, nombre por el cual la reconocemos, desde pequeña tuvo muy claro su deseo, como expresara en una ocasión: “Desde niña pensé que podía, que quería, que iba a ser escritora. Era muy precoz y sumamente receptiva. Inventaba mil imaginerías, soñaba por horas y horas, refugiada bajo la sombra de un árbol, envuelta en una naturaleza casi virginal, cuyos ruidos conforman mi gusto y mi pensamiento. Por eso, fui escritora antes de saber escribir”. 

Desde pequeña su madre la estimulaba a leer libros de Víctor Hugo, Julio Verne y José Martí; y su nana, una africana llamada Namuní, le enseñaba leyendas y cantos africanos. Quizás esto influyó para que con solo nueve años obtuviera el primer premio literario provincial “Estela Brochs de la Torriente”, y le publicaran en el periódico El Mundo, Amor, su primer poema, escrito alrededor de los 15 años. 

En 1934 se incorpora a la organización antiimperialista Joven Cuba, en la que conoce a Constantino Barredo Guerra, su pareja durante cuatro años. En esa época ya había comenzado su labor periodística en su pueblo natal y luego trabaja en la revista Lux, de la Federación Sindical de las Plantas Eléctricas de Gas y Agua, donde publica sus primeras entrevistas como la que realizara en La Habana al poeta chileno Pablo Neruda. 

Tuvo una carrera muy exitosa como guionista de radionovelas, entre ellas, la gustada Tierra adentro, con la que recibió el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Educación, en 1944. También recordemos las populares Sol de batey, Entre monte y cielo, Tierra nueva y Medialuna; algunas adaptadas para la televisión con similar éxito. 

Adoptó a José Joaquín Alfonso, un niño mulato de siete años, que provenía del pueblo Herradura de la provincia de Pinar del Río. Sobre esto comentó: “…No necesité papeles ni nada cuando lo encontré. O sea, que yo pude haber hecho de él un monstruo. Pero de aquella cosa oscura, de aquellas raíces desconocidas, de aquel mundo poblado de horrores y de lágrimas que fue su infancia, salió un hombre bueno”. 

Después conoce al matancero Fausto Rodríguez Sánchez, natural de Cárdenas, su compañero en la vida. En esa época escribe su primera obra de teatro para adultos: La hora de estar ciegos, en la que trata los problemas raciales existentes en Cuba; y la primera para niños: Pelusín y los pájaros. 

Luego del triunfo de la Revolución el 1ro de enero de 1959, contribuyó en la preparación de los primeros libros de texto para la enseñanza primaria. A fin de promover y orientar la expresión literaria y artística de niños y adolescentes publicaba en la sección Páginas Nuevas de la revista Bohemia, y trabaja como corresponsal de guerra cuando la invasión armada por Playa Girón. 

A partir de entonces desarrolla una fecunda creación de literatura infantil, por la que recibió numerosos galardones. Entre ellas, Aventuras de Guille; su cuento El valle de la Pájara Pinta, por el que recibió el Premio Casa de las Américas en 1980; El caballito enano, El cochero azul, y La flauta de chocolate, que forma parte de su creación poética. 

Particularmente me enternece su Carta autobiográfica al Patito Feo, escrita el 2 de abril de 1988, con motivo del Día Internacional del libro infantil, en homenaje al natalicio del escritor danés Hans Christian Andersen, autor del famoso cuento infantil El patito feo. 

En la referida carta confiesa que de niña era muy fea y los niños de su pueblo se burlaban de ella. Solo era feliz entre los árboles y algunos animales que siempre la acompañaban. Cuando tenía diez años le regalan un libro en el que descubre la historia de un patito tan feo y triste como ella, pero que al final dos grandes y bellísimas alas blancas lo elevan sobre el corral, hasta situarlo en un espacio azul, entre la luz más pura. 

En ese instante algo cambia dentro de ella y surge el deseo de hacerse valer al afirmar: “La vida es generosa y a todos ofrece cabida, caminos y horizonte, siempre que no perdamos el valor o no nos falte la voluntad”. A partir de ese día, su vida se transforma y comienza a descubrir todo lo hermoso y bueno a su alrededor, y crece su anhelo de ser escritora. Y así, Doralina de la Caridad logra transformarse en la célebre Dora Alonso. 

Al iniciar la primavera, el 21 de marzo de 2001, fallece en La Habana la reconocida escritora. Según su propio deseo, su cuerpo fue cremado y esparcidas sus cenizas por el impresionante Valle de Viñales, donde quedó abrigada para siempre, por su amado campo cubano.

Referencias

Portal Cuba Literaria

Enciclopedia cubana Ecured