No pretendo reiterar lo que nos enseñan en la escuela sobre Ernesto Guevara, de eso ya se encargan los libros de Historia. Solo deseo que conozcan al ser humano, a través de la visión de algunas personas que lo han recordado en el transcurso de los años, ya sea para rememorar su vida o su desafortunada muerte, en octubre de 1967.

En ocasión de conmemorarse el 36 aniversario de su asesinato, Frei Betto le escribió una carta, en la que expuso los más trascendentales sucesos ocurridos después de su muerte y al final enunciaba:

“Desde donde estás, Che, bendícenos a los que comulgamos con tus ideas y tus esperanzas. Bendice también a los que se cansaron, se aburguesaron o hicieron de la lucha una profesión en beneficio propio. Bendice a los que tienen vergüenza de confesarse de izquierda y de declararse socialistas. Bendice a los dirigentes políticos que, una vez que dejaron sus cargos, nunca más visitaron una favela o apoyaron una movilización. Bendice a las mujeres que, en casa, descubrieron que sus compañeros eran lo contrario de lo que proclamaban afuera, y también a los hombres que luchan por vencer el machismo que los domina”.

Simpática resulta una de las anécdotas narrada por la Secretaria de Don Fernando Ortiz, luego de Eduardo Chibás, María Concepción Fernández Correa, Conchita, publicadas en el libro “La secretaria de la República” del periodista e investigador Pedro Prada.

“…al Che lo conocí en el Palacio Presidencial….Fue esa segunda vez que nos vimos, que Camilo me lo presentó. “¿Tú sabes quién es este?, el argentino comunista al que todo el mundo le tiene miedo porque se come a la gente.” El Che, muy cortés y muy serio, me dijo. ”Tenía ganas de conocerla, compañera. Usted no sabe cómo la mencionábamos en la Sierra los 16 de agosto, cuando recordábamos el aniversario de la muerte de Chibás. ”Fíjate por donde me salió. Entonces, ya viendo que era una persona inteligente, solté una de esas cosas que se me ocurren a mí, de fresca que soy, y le digo a Camilo: “Pues, si este es el comunista que se come a la gente, que nos manden unos cuantos tan lindos como él, que aquí estamos muchas dispuestas a dejarnos comer” y el Che se echó a reír con esa sonrisa tranquila que tenía.”

Aleida March, la segunda esposa del Che

En mayo de 2008, el Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, hace referencia al libro: Evocación. Mi vida al lado del Che, escrito por la esposa, Aleida March, y expresó:

“Ahora nos ha tocado en suerte, también a nosotros, acceder a ese camino testimonial, asomarnos a esas realidades no aprehensibles por otra vía que no hubiese sido ésta, la del testimonio de la esposa y madre de sus hijos. Camino complementario irrenunciable por parte todos los que deseamos “conocer” al Che por entero. Conocerlo en su médula interior y en las fibrillas del corazón; conocerlo en ese nivel del ser humano en el que se deciden tanto las realidades cotidianas más pequeñas, como las del peso social y visible; nivel en el que surgen, se deciden y empiezan a vislumbrarse los errores y las virtudes, las dimensiones positivas y las que no lo son”.

Aleida, que estuvo junto al Che durante ocho años, y con quien tuvo cuatro hijos, ofrece un valioso testimonio de las dificultades y las alegrías de haber convivido con alguien que antepuso sus sueños políticos a su propia vida y a su familia: “El Che volvía tarde a casa, a las tres o cuatro de la madrugada, a veces a las seis. Dormía sólo cinco o seis horas diarias. ¡Imagínese! ¡Estaba construyendo una nueva sociedad! ¡No podía dedicarse al hogar y a la casa!", dijo en vísperas de la presentación del libro en 2007.

Este incluye cartas, poemas, reflexiones, postales, y otros documentos del Che que se publicaron por primera vez, y que forman parte de su correspondencia privada. Cuenta que cuando nació la primera hija de ambos, Aleida Guevara March, en noviembre de 1960, el Che estaba en una "misión" por los países socialistas. Él quería que fuera varón: se llamaría Camilo, en honor de su compañero de lucha y amigo Camilo Cienfuegos. "En tono jocoso y con su ironía habitual, me envió un telegrama en el que decía que si era niña la tirara por el balcón".

Cuando el Che estaba en Shanghai supo del nacimiento de la niña y le envió una postal: "Tú siempre empeñada en hacerme quedar mal. Bueno, de todas maneras un beso a cada una y recuerda: a lo hecho pecho. Abrazos. Che".

También rememoremos las palabras escritas por el Che a su esposa cuando partió para Bolivia: "Adiós, mi única, no tiembles ante el hambre de los lobos / ni en el frío estepario de la ausencia / del lado del corazón te llevo / y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume".

Memorias de su hija Aleida

En el documental “Ausencia presente”, del Centro de Estudios Che Guevara, su hija Aleida narra varios memorias de su padre, mientras se preguntaba por qué quería a su papá si casi nunca lo tuvo a su lado: “Los padres no siempre tienen automáticamente el afecto y el cariño de sus hijos, hay que cultivarlo, ganarlo, y mi papá no había tenido tiempo para hacerlo. Sin embargo, siempre lo he querido, lo he respetado y lo he admirado. En aquel entonces, me pregunté por qué”.

También rememora uno de sus recuerdos más especiales: “…Es una imagen que ha quedado en mi memoria y para mí es de las cosas más tiernas. Esta mi papá vestido de militar, y yo estoy mirándolo como de un perfil. Mi madre está de espaldas a mi papá y en su hombro está la cabecita de mi hermano más pequeño, Ernesto, que apenas tiene un mes de nacido. Él, con una mano grande, está tocando la cabecita del niño, pero lo hace de una manera muy especial... hay mucha ternura en esa escena.

“Yo tenía apenas cuatro años y medio, y recuerdo perfectamente lo que estoy diciendo. Mi papá quizás se estaba despidiendo, no lo sé, muchos años después yo supe que esos fueron los últimos momentos que estuvo con nosotros. Pueden haber sido muchas cosas, pero lo que sí es cierto es que muchos años después yo mantengo muy fresca esa imagen, y es la última que me queda de ellos dos juntos”.

Otro memorable momento: “Recuerdo una tarde en el malecón, papi iba a manejando el carro, con mami, Camilo y yo, y de pronto paró el auto. No recuerdo si íbamos al malecón en especial o si íbamos por la zona, lo que sí sé es que paramos. Él nos bajó a Camilo y a mí, nos encaramamos encima del muro del malecón, y habló con nosotros. Algo nos explicó, no recuerdo con exactitud, pero sé que fue el primer momento en que yo recuerdo haber tirado una flor al mar a Camilo".

Aleida refiere que su papá trabajaba todo el tiempo y lo veía muy poco. Tenía escasos recuerdos, la mayoría a través de terceras personas, los últimos son de cuando se marchó definitivamente de Cuba. Sabía “cómo tomaba el agua, el café, el vino... la toalla que usaba para bañarse. Es decir, él estaba presente en la casa”.

“Entonces, me di cuenta que el único homenaje que podía hacerle a ese hombre era amarlo. Y para lograrlo, por mí misma, no a través de mi mamá o de otras personas, tenía que amarrarme a todos los pequeños recuerdos que me quedaban. Aunque no fueran muy claros, tenía que salvarlos todos”.

La última vez que lo vio, se presentó en la casa como un amigo de su papá, un español llamado Ramón. Comieron juntos y luego se pusieron a ver la televisión y a jugar. De pronto, Aleida se dio un gran golpe en la cabeza con una mesita de la sala y el padre la tomó inmediatamente en sus brazos, de tal manera, que logró transmitirle un amor muy especial. Luego se fotografiaron y su mamá se puso a conversar con el supuesto amigo. La niña comenzó a darle vueltas a su mamá hasta que le dijo: "Mamá, te tengo que decir un secretico: Yo creo que ese hombre está enamorado de mí".

El día de la muerte de su papá permanece en su memoria: “Hay imágenes que vienen de pronto: estoy en un auto, dando vueltas en la calle, y de pronto empiezo a ver imágenes de mi papá. Son fotos grandes, y no entiendo por qué hay tantas fotos suyas, no leo corrido todavía, tengo 6 años, no llego a 7, y me cuesta trabajo leer rápidamente".

De ese día recuerda una conversación con Fidel: "Me llevan esa noche al lugar donde vivía mi tío y me dicen que él quería hablar conmigo. Mi hermana mayor también estaba ahí, y me pareció raro. Él nos recibe, habla con nosotros normal, muy tranquilo, y después de comer nos dice que tenía que darnos una noticia. Dice que ha recibido una carta de mi papá, donde le pide que hable con nosotros. Explica que mi papá plantea que si él un día muere en combate, nosotros no deberíamos llorar por él, porque él habría muerto como quería y cuando un hombre muere como quiere no puede de ninguna manera llorarse. Después supe que él quería darnos la noticia, pero mi mamá no le permitió que lo hiciera conmigo, ella quería dármela personalmente. 

Foto: Internet

De la conversación con su mamá revela: "Ella me sentó en la cama y me dijo, tengo que hablar contigo. Yo no recuerdo en ningún momento que mi mamá me haya dado la noticia. Ella sacó una carta y la empezó a leer. Mi mamá estaba llorando leyendo la carta y al final dice: un beso grande de papá. Esa niña pequeña unió las dos frases, la de adelante y la del final, y se dio cuenta de que ya nunca más iba a tener papá. Me acuerdo de que una lágrima iba a salir, y me acordé de mi tío Fidel. Me incorporé en la cama y le dije a mi mamá: no podemos llorar, si mi papá murió, murió combatiendo como él quería, y no se puede llorar por los hombres así. Es el recuerdo que me queda de esa noche, cuando por primera vez supe que mi papá había muerto”.

Cuando regresaron a Cuba los restos del Che y sus compañeros en 1997, Aleida, sus hermanos y madre, fueron a recibirlos: “Recuerdo la impresión de ver a mi mamá llorando, temblando, y en un momento determinado no pudo soportar más la tensión y dijo: “este hombre cargó a mis hijos, este hombre me amó, y ahora solo veo esta pequeña cajita frente a nosotros. Fue un momento difícil, pero ella estuvo siete días junto a mi padre como si no lo pudiera dejar solo. Era como si se estuviera despidiendo de una historia de amor”.

De ese momento histórico vale recordar la memorable canción que escribiera el cantautor Gerardo Alfonso, Son los sueños todavía, perfecta imagen que demuestra una vez más que el Che aún vive en los corazones de muchos cubanos.

Y es así como quisiera evocar al Che, de manera que podamos conocer al ser humano, sensible, lleno de nostalgias, anhelos, y sueños, con virtudes y defectos. No solo a aquel nombrado guerrillero heroico, que logró trascender hasta nuestros días, y vivió con pasión hasta el último instante de su corta existencia.

Referencias: Sitio Web de la Casa de las Américas: Ventana, Sitio Web 80 Che, Aleida March cuenta secretos del Che, Enciclopedia cubana EcuRed