Resulta innegable que el naturalista y científico cubano, Felipe Poey Aloy, nos legó una prolífera y trascendental obra científica, que le valió notoriedad mundial, y ser recordado después de 220 años de su natalicio.
Descendía de franceses, por lo que vivió y estudió en ese país entre 1804 y 1807. Al morir su padre, regresó a La Habana e ingresó en el Real Seminario de San Carlos, donde fue discípulo de Félix Varela y se graduó de Bachiller en Derecho en 1820. Más tarde recibió el título de abogado en Madrid, España, y trabajó como profesor en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Años más tarde retornó a Francia donde llevó sus investigaciones sobre la flora y la fauna cubana. Allí conoció a importantes personalidades de la ciencia y publicó sus primeros estudios acerca de los insectos, de los cuales la Centuria de Lepidópteros de Cuba es considerado el más importante.
Regresó a la Isla en 1933 y trabajó como maestro de Geografía de Cuba, Geografía Moderna y, Lengua Francesa y Latina. Fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, quienes le encomendaron el reconocimiento geológico de la isla. En esta institución presentó un proyecto para establecer en la capital un Museo de Historia Natural, que inicialmente funcionó en su casa.
En 1839 editó en La Habana el libro de texto titulado “Cartilla Geográfica”, del cual se realizó una segunda impresión en 1855. Además, publicó el Compendio de Geografía de la Isla de Cuba, primera obra de su tipo escrita e impresa en el país. Luego realizó un Compendio de Geografía Moderna, utilizado en colegios y escuelas de enseñanza media, para el que su hijo Andrés confeccionó un Atlas.
Durante su vida ocupó diversos cargos, entre ellos, fue decano de la Facultad de Ciencias y Vice rector de la Universidad. Fundó su biblioteca de Ictiología y de Ciencias Naturales. Fue presidente de la Sociedad Antropológica de la isla de Cuba y fundador de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Fue miembro de diversas instituciones y sociedades científicas de varios países, como la Sociedad Entomológica de Francia, la Zoológica de Londres, la de Amigos de la Historia Natural de Berlín; Socio de Honor de la Real Academia de Ciencias, del Museo y de la Sociedad de Historia Natural de Madrid. Corresponsal del Liceo de Historia Natural de Nueva York y de la Academia de Ciencias de Filadelfia.
Fue promotor de la cultura científica y literaria de Cuba, al ser anfitrión o asistente de reconocidas tertulias. También dedicó parte de su quehacer literario, lingüístico, artístico e histórico a los Liceos habaneros.
Colaboró como divulgador científico con traducciones y artículos propios en los principales periódicos y revistas de su época. Entre 1865 y 1866 publicó el tomo número uno del Repertorio físico-natural de la Isla de Cuba y el tomo número dos entre los años de 1866 y 1868.
En estos se sumaron colaboraciones científicas nacionales y extranjeras, con el objetivo de referir los descubrimientos de las principales especies zoológicas del país, aclarar las dificultades en la determinación de las poco conocidas o dudosas, y tratar de realizar un cuadro de la naturaleza, por medio de catálogos metódicos y descriptivos.
Diversos artículos de Poey fueron recogidos en los Anales de la Sociedad de Historia Natural de Madrid. Otras de sus investigaciones quedaron recogidas en publicaciones seriadas de los Estados Unidos, tales como el Boletín de la Comisión de Pesca o los Anales del Liceo de Historia Natural de Nueva York.
Cuando estaba próximo a cumplir los ochenta años, recibió el nombramiento de Catedrático de Término, categoría conferida a los Profesores con más de veinte años en el ejercicio de la docencia universitaria.
Poco antes de morir se dedicó a ordenar y compilar la mayor parte de su dispersa producción bibliográfica, para publicarla en el libro: Obras Literarias, el cual salió tres años antes de su desaparición física. Sin dudas, al morir el 28 de enero de 1891, dejó una vasta obra que enalteció la ciencia cubana.
En 1911, por Decreto Presidencial de la República de Cuba, se creó una Comisión para la recopilación de los trabajos sobre Historia Natural y en especial los de Felipe Poey. Esta tuvo entre sus compromisos, la publicación de la Ictiología* Cubana, que permaneció por más de un siglo como uno de los grandes clásicos inéditos. Pero solo se publicó íntegramente en el 2000, gracias a la labor de varias instituciones, presidida por la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana.
*Ictiología: Rama de la Zoología dedicada al estudio de los peces