Han pasado 270 años desde que falleciera el médico inglés Edgard Jenner, célebre por el descubrimiento de la vacuna contra la viruela y conocido como El sabio poeta, quien nació el 17 de mayo de 1749 en Berkeley, condado de Gloucester, Inglaterra.

Cuentan que desde niño sintió gran atracción por la naturaleza y en especial por la zoología. A los 13 años colaboró con un médico cirujano con quien dio sus primeros pasos en la medicina. En 1770 comenzó a estudiar en el Hospital San Jorge de Londres y se convirtió en discípulo y amigo de un reconocido cirujano y naturalista llamado John Hunter. Junto a este, estudió anatomía e investigó los fenómenos de la naturaleza.

Años más tarde, en la época de la revolución francesa, la viruela era una epidemia que afectaba principalmente a Europa y América. Se dice que Jenner estaba de visita en una granja y escuchó a una joven que aseguraba que no enfermaría de viruela pues estaba vacunada; esta se dedicaba a ordeñar vacas.

Este comentario propició que el médico realizara una minuciosa investigación y comprobó que todos los que se ocupaban de esa tarea se contagiaban de "viruela boba", una leve manifestación de viruela que se produce en las ubres de las vacas. De esa manera quedaban inmunizados de padecer la enfermedad.

Entonces, centró sus estudios en este sentido hasta crear la vacuna contra la viruela, y el 14 de mayo de 1796 inoculó a un muchacho llamado James Phipps, quien quedó inmune de sufrir ese mal. Se dice que como muestra de agradecimiento, tiempo después, Jenner le compró una casa en la que plantó un jardín de flores, que él mismo cuidaba.

A pesar del éxito, los científicos y médicos de su época no aprobaron la vacuna, pues argumentaban que los que se expusieran a esta, poco a poco se semejarían a un vacuno. Sin embargo, Jenner no cejó y para demostrar la veracidad de su descubrimiento inoculó a varios niños, incluso a su propio hijo de solo 5 años. Esto tampoco resultó; por el contrario, lo excluyeron de la Asociación Médica de Londres.

Solo años más tarde se ganó el reconocimiento mundial. Luego, lo invitaron a establecerse en Londres con buenas ofertas de dinero, a lo que el científico y también aficionado a la poesía respondió "si en la aurora de mis días busqué los senderos apartados y llanos de la vida, el valle y no la montaña, ahora que camino hacia el ocaso, no es un regalo para mí prestarme como objeto de fortuna y de fama".

No obstante, recibió suficiente dinero para tener una vida holgada por el resto de sus días. Le otorgaron varios títulos de instituciones como la Sociedad de Medicina de París, del Instituto de Francia y otras de su propio país.

Por su decisión de permanecer en Berkeley como médico rural fue elegido jefe del Pueblo. Obtuvo varios honores y se ganó el reconocimiento, respeto y cariño de los pacientes de su pueblo natal. Dicen que vacunó gratuitamente a los pobres de allí y de sus alrededores.

Antes del descubrimiento de Jenner, la viruela causó la muerte de 15 mil personas al año en Francia, en Alemania 72 mil, en solo un año hubo en Rusia dos millones de fallecidos. Algo similar ocurrió en el continente americano, en especial entre los indígenas de Perú, donde morían por millares.

Por ello, es invalorable su extraordinaria contribución a la humanidad. Razón por la cual se debe rendir tributo a este gran sabio-poeta, quien atendió a su último paciente dos días antes de morir, víctima de una hemorragia cerebral, el 26 de enero de 1823, en la misma localidad que lo viera nacer.

Las investigaciones de Jenner sirvieron de base al químico francés Louis Pasteur, quien 75 años después abrió el camino a la inmunología y al descubrimiento de las vacunas preventivas de la actualidad.