Muchos fueron los jóvenes revolucionarios que arriesgaron sus vidas durante la lucha contra la dictadura de Batista. Así ocurrió hace 60 años, el 17 de noviembre de 1958, cuando el ataque a la Decimoquinta Estación de la Policía Nacional en Marianao, en el que participaron los luchadores Raúl Díaz Argüelles y Gustavo Machín Hoed de Beche (Tavo), con el apoyo de Natalia Bolívar Aróstegui.
Días antes del ataque Natalia y Tavo alquilaron una casa en la calle 72 en Marianao y sacaron a Raúl de la Embajada de Brasil, quien estaba fichado y era buscado por la policía. Luego decidieron mudarse de esta casa, y Natalia se entrevistó con el dueño de la casa de Orfila, (donde había ocurrido los sucesos de Orfila años atrás).
La casa tenía un patio con la hierba muy alta y arriba de la reja de la casa caía un cable de alta tensión, por lo que si se tocaba la reja daba un corrientazo fortísimo. Para evitarlo había que abrir y cerrar la puerta con un palo. Cuando Tavo llega y ve la casa empieza a criticar a Natalia, porque no había mandado a cortar la hierba, y por no haber llamado a la Compañía de Electricidad para que quitaran el cable de alta tensión. Natalia le respondió que ni iba a cortar la hierba ni iba a llamar la Compañía de Electricidad.
Natalia había vigilado los movimientos del comandante Francisco Diéguez, jefe de la Decimoquinta Estación, quien regularmente estaba presente en los cambios de guardia. Ella observó que casi siempre él iba al cambio de guardia en un carro perseguidor acompañado sólo por el chofer y otro policía; y a veces, lo acompañaba otro carro perseguidor. Esos detalles ella se los informó a sus compañeros, quienes decidieron montar un chequeo sistemático del movimiento del esbirro.
El atentado al jefe de la Decimoquinta Estación sería realizado por Raúl Díaz Arguelles y Gustavo Machín. Ellos irían en un auto que sería manejado por Amaury Troyano (El Troyano). Natalia los esperaría en otro auto parqueado a tres cuadras de la Estación, listo para la huida.
Ningún otro compañero participaría en ese atentado, que además, lo habían mantenido en el más absoluto secreto. El auto manejado por El Troyano era de un primo de éste y el usado por Natalia, había sido comprado por el Directorio Revolucionario para la lucha clandestina en La Habana.
Raúl confeccionó un plano de los accesos y salidas hacia y desde la Estación, que fue minuciosamente estudiado, en el que se indicaban los lugares de estacionamiento, la senda que cada uno debía seguir para situarse en los respectivos lugares; unos a la espera del comandante Diéguez y otros en el lugar que se realizaría el cambio de autos, así como el sitio desde donde se ametrallaría al esbirro. Hicieron la primera salida en busca del criminal y éste no fue al cambio de guardia ese día. La operación fue abortada.
A los pocos días fueron nuevamente en busca del comandante Diéguez y tampoco se presentó al cambio de guardia. Aquellos inconvenientes, no previstos por los combatientes implicados en la acción, los ponían cada vez más en extrema tensión.
Continuaron el chequeo y la precaución que tal acción requería, y fueron nuevamente en busca del comandante Diéguez. Pero esta vez no habría retroceso. Ellos consideraron que no podían continuar indefinidamente en tan arriesgado empeño, podían ser descubiertos en cualquier momento. Eran sus vidas las que estaban en riesgo y además podían comprometer seriamente los planes futuros de la Organización en La Habana, y ante cualquier disyuntiva, decidieron que iban a atacar.
A las seis menos cuarto de la tarde del 17 de noviembre de 1958 cada cual ocupó su lugar. El cambio de guardia se realizaba normalmente por los policías de la Decimoquinta Estación, y el comandante Diéguez no se presentó. Raúl y Tavo estaban listos para abrir fuego. Una mujer con un niño se interpone y Raúl le gritó: “¡Vayase! ¡Quítese! “. La mujer corrió.
Comienzan a disparar contra los uniformados. Los acribillan con sus ráfagas a corta distancia. Fueron 12 los muertos reconocidos por los cuerpos policiales y un numeroso grupo de heridos. Tavo y Raúl, como eran los que habían tirado, fueron para el carro donde estaba Natalia.
La Policía tenía la forma de bloquear todas las salidas, sobre todo de esa avenida 31 que iba a Columbia. La casa de Orfila daba prácticamente a una salida a la avenida de Columbia. Cuando llegaron a la salida de la calle que da directo a la casa de Orfila, salieron con la luz roja, y cuando cruzaron, inmediatamente cierran las calles las perseguidoras.
Los tres combatientes llegaron a la casa del reparto Orfila donde tenían su escondite y Tavo pidió a Natalia que saliera para la calle para conocer lo que se comentaba sobre el ataque. Ella salió con la misma ropa que llevaba puesta y escuchó por la planta de un carro perseguidor, cómo describían a la mujer que viajaba con los atacantes: “Mujer alta, vestida de negro”. Se detuvo y pensó: “Esa soy yo”.
Regresó a la casa, se cambió de ropa y se dirigió nuevamente a la casa de sus amigos de la calle 60 y 17 en Miramar, donde obtuvo información, y regresó a la casa del reparto Orfíla.
Esa noche se prepararon para lo peor. Empiezan los registros en la zona. Natalia le dice a Tavo “Oye Tavo están registrando “. Dice Tavo: “¿Tú ves?, si tú llegas a recortar el jardín esto pareciera una casa habitable. Y ahora nos registran y nos desbaratan”. Y Raúl, con sangre muy fría dice: “Tavo, chico, no vamos a protestar más, que aquí no sabemos cómo vamos a terminar. Vamos a prepararnos y sacar todas las armas”.
Los policías empiezan a discutir: “¿Registramos, tocamos, abrimos la puerta?”, hasta que deciden registrar la casa. Cuando van a abrir la reja – ellos no sabían que el cable de alta tensión le caía arriba -y se queda pegado a la reja.
El otro viene con un palo y lo saca y dice: ¿Chico, pero tú no ves que esta casa está abandonada? Entonces se fueron y ellos libraron. Estuvieron dos días completos de vigilancia en el lugar, en un momento en que casi no tenían ni dinero. Natalia consideró que ese fue el momento más difícil que tuvo en la clandestinidad.
Referencia
Notas tomadas del Libro: De Palacio hasta Las Villas. La senda del triunfo, de Ramón Pérez Cabrera “Arístides” reproducidas en el blog (https://hdezsoto.wordpress.com/2016/11/17/ataque-a-la-decimo-quinta-estacion-de-policia-en-marianao/)