Espacioso, tranquilo, con una brisa natural que refresca y relaja a todo el que se sienta o pasea por él. Antiguo, histórico, clásico, acorde con los gustos de la época es hoy, el Paseo del Prado, una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad de La Habana, con estatuas de leones custodiándolo y amplios bancos de mármol para el reposo de toda la familia.

Nombrado en sus inicios Alameda de Extramuros, surge como resultado de la necesidad de expansión de los habitantes de la época que vivían en el interior de la muralla de La Habana. Fue construido en 1772 por el gobierno del Marqués de La Torre, aunque durante los mandatos posteriores se fue restaurando y cambiando incluso hasta de nombre.

Por aquella época se le conoció como Nuevo Prado, Paseo de Isabel II y Paseo del Prado. En 1902 se lleva a cabo una reconstrucción, cambiando oficialmente a Paseo Martí en honor al Héroe Nacional de este país caribeño. Sin embargo, pese a los continuos intentos de buscarle un nombre significativo, los cubanos le continuaron llamando hasta la actualidad El Prado, sencillamente.

Tuvo su momento de mayor esplendor los años posteriores a su inauguración, en los cuales llegó a convertirse en el punto centro de la vida social de la élite citadina de la época. A partir de esto, grandes e importantes construcciones comenzaron a crecer a sus alrededores como las sociedades de recreo, los teatros, los cines, las mansiones de los mejores posicionados, etc., todos con diseños diferentes pero con igual majestuosidad.

Luego de este período de esplendor y con la inmigración de las familias adineradas hacia el interior de la ciudad, a barrios como Miramar, Siboney y el Vedado, el Paseo del Prado perdió un poco el brillo que lo había caracterizado siempre. A sus alrededores se mudaron familias de clase media y pocos recursos, por lo que dejó de ser el centro de la élite de la ciudad.

Sin embargo, al declarar la UNESCO al Centro Histórico como Patrimonio de la Humanidad, toda esa zona se sumerge en un renacer casi mágico, con el reposicionamiento de hoteles, bares, restaurantes y la restauración de las obras arquitectónicas aledañas como el Capitolio Nacional, el Gran Teatro de la Habana (antiguo Teatro Tacón), el Museo Nacional de Bellas Artes (antiguo Centro Asturiano) y la escuela Nacional de Ballet de Cuba.

Si antes esta Alameda delimitaba a La Habana Vieja y la de Extramuros, hoy día separa a los municipios de La Habana Vieja y Centro Habana. Con sus más de dos siglos de existencia y sus altas y bajas en el tiempo, continúa siendo uno de los lugares favoritos de los cubanos.

Fue diseñado por el paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, quien le agregó bancos de mármol para que le diera un toque de elegancia y dio la idea de sembrar árboles en todo su contorno, para que de esa manera el aire fresco y la sombra fueran completamente naturales.

Posee ocho estatuas de bronce con forma de leones como custodiando la avenida. Estas estatuas se esculpieron a partir de la fundición de cientos de cañones que consideraron, en 1928, ya no eran necesarios para proteger la isla de los ataques de corsarios y piratas. El francés Jean Puiforcat y el cubano Juan Comas fueron los escultores designados para hacer estas magníficas obras de arte.

Actualmente, el Paseo del Prado es una alameda por donde transitan cientos de personas diariamente. Se caracteriza por ser sede de actividades culturales y recreativas, así como de exposiciones de obras de arte; además, artistas de toda clase acuden al lugar a vender sus creaciones o a inspirarse con su ambiente de paz para la realización de otras nuevas.