"Esta historia tengo que hacerla pública. De todas, todas.

El muchacho de las fotos se llama Brayan. Es cubano y vive en Boyeros, en el Reparto Militar.

Estaba en casa y me llama mi novia: “hace falta que te comuniques urgente con la directora de Caturla (el Conservatorio) porque Vida (una de nuestras dos hijas, estudiante de piano) olvidó su teléfono (muy buen teléfono, mejor que el mío) en el baño de la escuela, alguien se lo encontró. Han llamado al teléfono de la niña, un hombre contestó y dice que lo tiene consigo, que su intención es devolverlo y ha dado hasta la dirección en la que reside. Es lejísimos… en lo último de Boyeros”.

Llamo al teléfono de mi niña y él responde. No sabe quién soy. “Tengo el móvil, mi esposa se lo encontró y lo que quiero es devolverlo. Le digo entonces que habla conmigo, que él móvil es de mi niña y me dice donde vive. Es muy lejos. Muy. Más allá de los aeropuertos. En el c... de Boyeros, le digo.

Le pregunto si por algún razón su esposa, él o alguien cercano vienen a una zona habanera menos lejana porque una vez más mi ¿auto? (Compay Segundo) está en terapia intensiva.

Responde: “Voy a llevárselo. No quiero que su niña esté sin poder llamarle. Mándeme su dirección”.
¿Es un marciano? ¿Quién es este hombre? Por la voz y el vocabulario no consigo ponerle edad ni raza ni extracción social ni nada.

“¿Usted es el artista, verdad? Se lo llevo con una condición… que me regale un autógrafo”. Me quedo pasma’o.

Le escribo el autógrafo, lo doblo, pongo dentro una suma de dinero que en la Cuba actual es casi nada (él no habló nunca de dineros ni nada parecido, la idea fue mía que no sabía cómo agradecerle).

Dos horas después me avisa con un timbrazo y bajo a conocerle y a recibir el móvil. ¡¿Se disculpa porque las guaguas están terribles?! Definitivamente él no es de ahora ni de aquí.

Es muy joven. Muy humilde. Se ve, se siente. Nos hacemos fotos. Le digo que lo que acaba de hacer es algo casi inaudito es estos tiempos de miseria y de miserables.

Le doy su autógrafo y le veo irse. Como a cincuenta metros veo que abre el papelito y cuando ve el dinero me abre los brazos como diciéndome “NOOOO… yo no hice esto por un premio ni nada”… le mando un mensaje rápido explicando que fue mi manera estúpida de agradecerle, que no lo tome a mal.

Y he aquí lo que me responde:

“Espero que su princesa se ponga muy feliz de nuevo.

No lo hice por dinero ni por nada. Lo hice por mi mamá, que me crió sola y me enseñó desde niño que lo que no es de uno hay que devolverlo. Y si hoy en día nadie lo hace y aunque piensen que soy un bobo o un loco por pensar así, no me importa. Soy así pobre, pero honesto”.

Le respondí:

“Acabas de hacerle el homenaje más lindo del mundo a tu mamá. Y a los seres humanos todos. Mi abrazo, Brayan”.

Y el muchacho cierra:

“Y sí. Vivo en el c... del mundo”.

¿Y yo, por qué tengo estas ganas de llorar como una perra?

Mamá de Brayan y Brayan:

Toda la LUZ en este apagón".

Luis Alberto García Novoa, actor cubano

(Tomado del perfil de facebook de Ramón Leyva Morales)

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