Cuando los apagones vuelven a castigar, los alimentos menguan y los precios suben, los medicamentos no aparecen ni en los hospitales, y hasta el dudoso café normado está ausente, cuesta trabajo reparar en las dolorosas cifras del desastre mundial que reporta la ONU y escuchar las denuncias, desde las cuatro esquinas del planeta, del gran caos creado en la Tierra por un sistema sicioeconómico que presume de paradigma democrático y esclaviza, de diferentes formas, a la mayoría de los terrícolas, como exponen los datos ofrecidos sobre el programa de desarrollo sostenible que demuestran el nulo avance en esos nobles propósitos.

La crítica situación que viven los cubanos tampoco propicia el disfrute,en sectores poblacionales, del
reconocimiento a escala internacional de las políticas de Cuba encaminadas a garantizar durante años los derechos básicos no conseguidos por los otros países pobres y la solidaridad de compartir con los pueblos menos favorecidos sus logros.

La Cumbre de los 77 más China mostró la capacidad de convocatoria de la pequeña isla caribeña y la lucidez de fomentar la unidad en la diversidad para producir las transformaciones en el desorden mundial que aseguren la sobrevivencia misma de la especie, propósito viable teniendo en cuenta que los 77 más China significan dos tercios de los países que ahora mismo participan en la asamblea de Nueva York.

Pero la información veraz es muy necesaria para conocer el contexto de cada época y enfrentar esas corrientes negacionistas que van desde desconocer que la Unión Soviética fue fundamental en la victoria sobre el fascismo, a pretender que la dictadura criminal de Pinochet no violó los esenciales principios democráticos, o a proclamar que nada en Cuba ha servido desde 1959 por culpa del comunismo, cuando las propias cifras de la organización de Naciones Unidas demuestran los síntomas de una aguda crisis civilizatoria que viola los más básicos derechos humanos y ha propiciado retornos a la piratería de todo tipo, a la esclavitud clásica, al poder desmedido de las mafias, a la inseguridad ciudadana creciente, a la muerte por enfermedades evitables.

Realidades ante las cuales muchos presuntos ilustrados hacen vil silencio para centrarse en la dura realidad cubana, como si fuera el único punto álgido en el orbe, como si fuera única responsabilidad del sistema político, como si todo lo que ocurre planetariamente no influyera, como si no estuviera reconocido a escala global el efecto real de las agresiones, el acoso, la guerra descarada de un imperio contra una pequeña nación.

En el ámbito interno la información también es imprescindible y hay muchos reclamos justificados, desde cómo se emplean los presupuestos de la República, por qué no hay cemento para fabricar viviendas y para otras edificaciones sí, por qué las inversiones mayoritarias son en el turismo y pocas en la agricultura, por qué se gasta tanta electricidad en reuniones refrigeradas y falta para el riego, por qué disminuyen los productos normados que son la única oferta para buena parte de la población.

Son muchos los por qué en las redes sociales, el vecindario, la familia. Y posiblemente hay argumentos para explicar, pero hay que ofrecerlos con claridad, con la misma diafanidad que en los forums internacionales Cuba destaca por decir las cosas como son, por ofrecer evaluaciones certeras de la situación internacional.

El agobio cotidiano desata pasiones y disminuye razonamientos y esas características obligan a aplicar la ciencia, la técnica y la innovación a los procesos comunicacionales para que la población ofuscada por tantos inconvenientes pueda entender mejor la muy cruenta situación, para que se sienta tomada en cuenta, para que se anime a participar y no se guien por los patrones de opinión que proponen cambiar de sistema para mejorar, cuando esa Asamblea de Naciones Unidas demuestra que el otro sistema que gobierna al mundo está resultando fallido, cada vez más fallido, para procurar bienestar a la humanidad.

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