En mis tiempos de profesor de beisbol, el padre de uno de mis alumnos emigró al viejo continente y me pidió de favor que lo mantuviera informado sobre la actuación de su hijo en el campeonato provincial.
Al finalizar cada jornada llegaba a casa y escribía las crónicas de los partidos con la mayor cantidad de detalles posibles, para que el padre no se ahogara en las mareas de la nostalgia.
Aquello me fue gustando, pero jamás sospeché que estaba construyendo los cimientos de una profesión, que años más tarde, terminaría por atraparme totalmente.
Hoy ya no puedo parar de contar historias, y como dijo García Márquez, tengo el privilegio de poder cambiar algo todos los días. ¡Felicidades a todos los periodistas del mundo!
(Tomado del perfil de facebook de Boris Luis Cabrera)
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