La internauta Mileidys Martínez me hizo llegar lo que le ocurrió el pasado viernes 4 de agosto en horario de la tarde.

Ella regresaba de la playa (Santa María) junto con su familia, una tarea titánica teniendo en cuenta las dificultades de transporte y, en especial, en la capital.

Una vez en La Habana Vieja fueron tras el P4, que nunca llegó luego de casi 3 horas de espera. Cansados y desesperados (sobre todo los niños) corrieron para alcanzar el único P5 que apareció.

Finalmente en él, la felicidad les duró poco. Antes de incorporarse a la calle San Lázaro ya tenía problemas evidentes: ruidos, exceso de humo, lento movimiento... En fin, otra angustia.

Sin embargo, destaca que el chofer nunca cejó en el empeño. Cuando muchos abogaban porque siguiera, sin detenerse en las sucesivas paradas, él comprensivamente se detuvo en cada una y aclaraba a todo aquel que subía la situación del ómnibus.

Cuando parecía que no llegaban (en más de una ocasión) el chofer se bajaba, revisaba el motor, lo dejaba descansar y continuaba. Siempre hubo quien desistió y buscó otras alternativas.

Y así, a paso más demorado que el de una conga, llegaron a la parada en el Hospital Frank País y por supuesto no pudo controlar el impulso de ir hasta él y felicitarlo por su profesionalidad al conducir, por más de una hora, aquel transporte seriamente averiado y sobre todo su humanidad al no negarle, a ningún pasajero que lo esperaba, el hecho de subir al ómnibus.

No le preguntó su nombre pero sí le hizo foto al ómnibus.

Mileidys quiere que llegue la felicitación a él y a su terminal (Paradero San Agustín) y el agradecimiento de su familia y dio por seguro, que el de muchos de los pasajeros que allí iban y manifestaron su admiración. Gracias!

(Tomado del perfil de Facebook de Elizabeth Ferrer)

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