Dos señoras ancianas, aborrecidas por la presión de la vida, detallaban su Vía Crucis cotidiano en la parada del P3.

Un taxista que paró a comprar verduras y las vio de lejos, vino directamente a ellas para preguntarles a dónde iban, que él las llevaría gratuitamente.

Ambas se negaron, muy desconfiadas. Una de ellas dudó de su propia convicción de la naturaleza humana. No daba crédito a que en este aborrecido mundo cotidiano, alguien hiciera algo noble por ellas.

El taxista, no muy complacido por no haber podido hacer su buena obra del día, dió la espalda y cruzó la calle en dirección a su auto. En breves momentos pude sugerirles a ambas señoras, que aceptaran el bien. Accedieron sin mucha insistencia y las ayudé a incorporarse del banco de la paciencia. El taxista retornó y las acompañó al auto.

Antes de irse viró en U. A ambas señoras, ya el rostro les había cambiado, lucían algo más iluminadas. En este momento, él me invitó a subir, pero no íbamos en la misma dirección. Agradecí con una sonrisa, ante el gesto de tan galante caballero.

Aprender a recibir, es también una lección de este domingo.

El viejito del lado, me recitó un Salmo alegórico. A todos se nos olvidó el tema de los precios. El bien es belleza.

(Tomado del perfil en Facebook de Rosa María Fernández)

Otras informaciones:

Nos estamos autobloqueando y propiciando ilegalidades