Cadeca de 23 y J. Jueves 8 de diciembre de 2022. 8: 30 am. Llevo casi 20 días haciendo fila para comprar 100 dólares, moneda con la que no me pagan, pero que rige la economía doméstica de todo cubano.
Marqué infructuosamente a las 4:30 de la madrugada varias veces hasta que llegó el día esperanzador en que me dieron el turno, tras no hablar, tras no chistar, tras ni moverme del lugar que me tocaba, so pena que el policía que guarda el orden decidiera sacarme de la misma y, como él decía, dejarme sin posibilidad de compra.
De ahí en lo adelante, y ante lo poco probable de tomar una guagua en hora de trasiego pico mañanero, cada día camino desde mi casa, cerca de la revista Bohemia, hasta 23 y J, y me aguanto el dolor de huesos, del pecho, de dos hernias discales, de ambas rodillas desgatadas que parecen partirse a cada paso y de una artrosis generalizada que invade mis 67 años.
No importa, me digo, necesito ese dinero y en mi futuro no hay otra cosa que joderme y trabajar, ahorrar y echar para adelante como la guerrera que siempre he sido. Viaje de trabajo no hay a la vista ni creo que me toque y no permito dinero de quienes viven fuera y se enfrentan a sus propios dilemas para que yo, entonces, los atribule con los míos. Soy de esa generación que enseñaron a que todo sale del sudor de la propia frente.
Hoy llego casi una hora antes que repartieran los turnos del día y pienso que seguro me toca comprar mañana viernes o, a más tardar, el sábado. Me invade un poco de paz al saber que este vía crucis acabará pronto.
Entonces, se aparece la compañera de la Cadeca que reparte los turnos y le dice a la cola que, a partir de hoy, queda sin efecto la misma, pues ayer al mediodía les avisaron que a parir del 8 de diciembre, es decir, a partir de este día en que creí estar cerca de mis 100 dólares, comienzan a atender solo a los turnos asignados por la vía digital de TICKET, que en La Habana comenzó ayer. Me viro y pregunto a una afortunada que espera por su turno digital y me comenta que ya, justo ayer, varias cadecas habían colapsado en un tiempo corto de haber iniciado el nuevo sistema.
¿Indignación, encabronamiento, engaño? Todo junto siento. ¿Por qué quienes tomaron la medida no lo informaron con tiempo? ¿Por qué no respetaron el sacrificio cotidiano de cientos de personas que por días hicieron una cola organizada? Pudo darse un plazo. Debieron decir por los medios de comunicación cuándo se haría efectivo el cambio. Una vez más la falta de una comunicación eficiente. Cuánto daño hacen y el favor que le hacen al enemigo.
Todo junto me explota con esta nueva traición, con esta nueva medida inconsulta, con este irrespeto a la cordura, a la población, a la gente de a pie, a la gente que no tiene para asirse más que su propio trabajo. Con este hacer diario que, cual manicomio, me descamisa de lo que han sido mis más puros ideales y a los que me aferro todavía a pesar de tantos golpes que me da la vida, parafraseando al poeta.
Allí mismo, una muchacha intentó abrir en mi celular la vía del nuevo acceso. Nada, todavía no puedo. Me niega, me consume los datos, no me reconoce la contraseña. Oigo a una señora bastante mayor que pregunta qué pasa con los que no tienen móvil. Y a otra decir que ahora sí se chivó todo porque nadie sabe quién tiene delante, cuántos turnos se darán, cuán confiable es la fórmula en un país en que casi todo lo nuevo se vuelve una posibilidad más para el lucro de la clase emergente que no son precisamente los trabajadores. Ya sabemos…
Hace mucho tiempo que me levanto cada día esperando un nuevo y desgarrador palo de la vida, una nueva decepción ante lo que me rodea, y veo cómo no hay una acción concreta para parar tal desenfreno que deja en los rostros de mis amigos, de mis vecinos, de mis compañeros que no viven en abundancia y enfrentan las guaguas agobiantes, los precios galopantes, la escasez de comida y medicinas, una angustia callada porque “para que voy a hablar si nada se resuelve”.
Excusen la catarsis, de Martí y de Fidel aprendí que los hombres buenos y los que llevan el decoro de muchos hombres, defienden lo justo sin cortapisas. Y yo me quiero morir en una Cuba que me dignifique.
(El video corresponde al día que me anotaron el turno)
(Tomado del perfil de facebook de Iraida Calzadilla)
Sin palabras....en lo personal me duele saber que quien escribe esta "decepcionante" historia es una persona a la cual conozco y que se que tiene comprometidas sus raíces todas con nuestro sistema social...en fin, que es parte del cubano de a pie, de ese que critica con toda su fe y sin ánimos de segundas intenciones en lo que dice...Ahora se me ocurre expresar lo que está recién sucediendo acá en Alamar con la implementación del nuevo sistema para adquirir el pollo, picadillo, aceite y demás etcéteras que se vendían en las tiendas habilitadas para ello...Se supone que ya nos quitaríamos de arriba las enormes colas y los "verdugos" que ¿organizaban? estas colas...pues nada....para coger un "tiket" que hay que pegar en nuestras libretas, hay que hacer una cola enorme...luego arreglárselas para saber cuando llegan los productos que te toca comprar de ese "modulo", luego ir a la tienda que te designaron para comprar, a la que tendrás que ir no a comprar "el módulo ", sino a comprar lo que "ha llegado de ese "modulo": si llego picadillo...eso es lo que llevaste...y listo para otra nueva cola cuando traigan el pollo...que en latiendo no saben cuando lo traerán...y quienes organizaron este asunto, se les ha ocurrido la brillante idea de donde hay dos mercados separados a unos 500 metros uno de otro "el de la Curva y el de los Rusos ", enviar a los clientes de La Curva a comprar a La FLORINDA, que les queda más cerca a los clientes de Los Rusos, y a estos últimos, los envían a comprar en la tienda El Sol,, que sin embargo, está bien pegadiza a La Curva...nada, es como si en medio de tantas limitaciones y problemas de todo tipo hubiera personas que "desde las sombras" estudian y toman determinaciones para aplicar fórmulas que solo causan más agobios, disgustos "y encabronamientos" como los que se describen en la publicación del perfil de Iraida Calzadilla.
Es indignante.
Cuántas historias como esas tienen los cubanos de a pie y nadie dice nada ni hace nada
La indefensión del cubano de a pie es abismal e infinita.
Debes ver quien es el enemigo de que hablan?