Bueno, 10:30 de la noche y ahora es que finalmente me siento a repasar las redes. Me hubiera gustado antes, pero después de cuatro días de apagón, no hay ama de casa que se resista a limpiar, lavar y adecentar tanto desconcierto hogareño.

En fin, tres cosas particularmente llamaron mi atención.

Una: Maritza Tejeda, mi amiga matancera, amiga del alma, de los tiempos de 3era. y F: FELICIDADES en grande en el cumple. Debía felicitarte a primera hora, pero sé que me perdonarás. No soy de la gran escena como las fotos que publicó Yirmara, mi otra buena amiga matancera, batalladora hasta el final, pero aquí te mando imágenes de las tres, cuando fuimos Roger y yo a una conferencia con los magníficos estudiantes de Periodismo que tienen. Y Yirmara: como me reí con lo de carita sí-sí, frase típica de Maritza desde épocas inmemoriales. Recuerdo que la primera vez que se la oí decir fue en el Morrillo, estábamos cubriendo una información y Patricia era una niña. Desde entonces, en todas mis clases acuño la frase de Maritza y, por supuesto, le doy el crédito. Las quiero mucho a las dos por valientes, bocas-duras e incómodas. Me sumo.

La segunda, el dolor de tantos amigos ante la insolidaridad. Julio Gonpagés se quejaba de los hoteles para el turismo encendidos “a tó meter”. Verdadera afrenta a los viejos de su edificio. Hermano, te apoyo. Lolita, una amiga, hablaba de los que en el Vedado cobraban 200 pesos por la carga del celular. Adelaida, de Santiago de las Vegas, decía lo mismo de un restaurante de Villanueva con su planta particular. La bolsa de ocho panes subió a 300 pesos en mi barrio y a 360 en el Vedado. Y hubo personas con determinadas responsabilidades que dijeron que era más importante estar con los linieros que con la gente aclarándoles sus inquietudes. Con todo respeto, eso es faltar al Presidente, quien sí ha estado tanto con los linieros como en los barrios pinareños, cuadra a cuadra.

Y si duele esa insolidaridad a la que a veces no le podemos poner nombre propio, más duele la que viene de los de uno. El viernes, luego de estar sin electricidad desde el martes, me avisaron que en mi Facultad –a media cuadra de mi casa-, había. Partí para allá porque siempre he sentido y defendido que FCOM es casa. Pero no me dejaron entrar porque todo estaba suspendido hasta el lunes. Bueno, ya sé que las clases si, ¿pero y los profesores que quieren ir a trabajar? Yo, particularmente, no tenía ni gota de carga en mis equipos, no sabía cuándo me pondrían la electricidad y el lunes tengo clases y debo preparar un power point, pues soy de las que enarbolan que un profesor que se respete no repite la misma clase año tras año. Y el martes debo presentar un informe de tutoría en una maestría que se defiende. Bueno, después de decirme las tantas personas que habían prohibido la entrada a cualquier departamento de FCOM, y yo insistirle en que son tiempos de urgencia, de necesidad, de tomar decisiones que alivien las cargas a las que vivimos sometidos, me contestaron que eso lo que tenía era que decirlo a Díaz-Canel. Miren, si esa es la actitud, estamos bien jodidos. Una cosa les digo, lloré mucho cuando llegué a mi casa. Y no puedo dejar de dar gracias infinitas a nuestra querida Ailín, siempre humana, proactiva, compañera.

Y la tercera, Ronald Suárez, desde Pinar del Río, anuncia en su muro que ya tiene electricidad en su casa y que pueden ir a ella todos los que necesiten de carga. Amigo, qué bello ejemplo. Fíjate que no das un teque, no te rompes el puño en el pecho diciendo que eres revolucionario, no hablas de conciencia ni llamas a nada. Simplemente, actúas como un buen ser humano y ser buen ser humano es la expresión más alta que debiera dar muestra todo revolucionario. Mis respetos.

Bueno, aún me quedan amigos que no tienen electricidad. Yo también les ofrezco mi casa para que carguen sus equipos. Si no tienen agua, vengan también. Si no tienen gas, les ayudo para cocinar los alimentos. Que en estos tiempos difíciles, angustiosos, no se nos enfríe el alma.

(Tomado del perfil de Facebook de Iraida calzadilla)

Ver además:

Acudir de forma disciplinada