Lo que era una cochera, ya no lo es más. En la puerta, un cartel aclara: Minindustria La Ignacita, Cooperativa de Créditos y Servicios Manolito Domínguez. Dentro, el equipamiento de acero inoxidable parece recién estrenado, aunque lleva ya algún tiempo procesando hortalizas y frutas, haciendo pulpas, jugos, puré, pasta, extractos de limón criollo y naranja agria, entre otros.
Única de su tipo en La Habana, es una de las siete aportadas al país en la primera fase del Proyecto de Apoyo a una Agricultura Sostenible en Cuba (PAAS), con financiamiento de la gubernamental Agencia Suiza de Cooperación Internacional e HIVOS, una organización no gubernamental holandesa, explica Pedro Gavilanes, especialista de proyectos de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), entidad coordinadora.
Cambio de vida
Al productor Luis Enrique Vivanco y a otros de su cooperativa, la minindustria les cambió la vida: decidieron multiplicar sus frutales y fomentar el cultivo de hortalizas, a sabiendas de contar con un destino seguro: “Los cooperativistas tributan y aquí lo molemos todo. Eso ha motivado a seguir sembrando. Antes, casi todo el mango se nos perdía y ahora, sacamos el mango de la cooperativa, y de otras aledañas en Guanabacoa y Cotorro, así como de la empresa Sierra Maestra”, sostiene Vivanco.
Como cuentas claras conservan amistades, la CCS factura la materia prima de los campesinos y todos los contratos y operaciones de la minindustria se hacen mediante la cooperativa y su cuenta bancaria. La planta, tal como se lo propuso PAAS, abrió nuevas posibilidades de empleo.
Así, Felicia Morales y Mariela Salazar, por ejemplo, dejaron sus delantales de amas de casa y encontraron en La Ignacita no solo una forma de mejorar la economía doméstica, sino también una familia. “Trabajamos de 10 a 12 horas al día, mientras haya producción. Todo lo hacemos con amor y calidad, y comercializamos sin intermediarios, en Dolores y Calzada de Güines”, asegura Vivanco.
Maireulis Vivanco, tecnóloga de los alimentos, está desde el inicio, “cuando mi papá ni pensaba que iba a poder alcanzar todo esto. Nos da mucha alegría haber logrado que la población reciba un producto de calidad y siempre nos desean que se mantengan así”.
Hace un tiempo, la minindustria pasó de solo producir y suministrar vegetales y frutas frescos y en conservas de un punto de venta facilitado por las autoridades locales a abastecer a la gran industria. Estamos entregando una tonelada entre guayaba, acerola y mango de pulpas sin azúcar a la fábrica de helados Coppelia, señala el productor.
Si hasta ahora el mango corazón no se procesaba por sus bajos rendimientos, esta es justo la variedad requerida como saborizantes para la industria láctea. “Dicen que hace 15 años no se hacía con ese mango”, indica Vivanco. Para consolidar lo alcanzado, se proyecta la creación de un laboratorio, donde se medirían parámetros como acidez, densidad y pH.
PAAS, nueva generación
Por los resultados alcanzados, PAAS tendrá una segunda fase. La Ignacita se beneficiará con nuevos equipos –deshidratadora y baño de María, entre otros–, que permitirán incrementar y diversificar las producciones, favoreciendo a otros productores y cooperativas, indica Gavilanes. También dará continuidad a las acciones en la Unidad Básica de Producción Cooperativa Organopónico Vivero de Alamar, en La Habana del Este y a la finca Las Piedras, de la CCS Efraín Mayor, de Guanabacoa, dentro de un total de 22 unidades productivas de 11 provincias del país.
De acuerdo con Esmeregildo Martínez, delegado de la Agricultura, en la ciudad funcionan 19 de las 33 pequeñas plantas procesadoras de vegetales y frutas. El resto, se paralizó en algún momento, por pérdida de condiciones que garantizaran las normas de inocuidad, entre otras causas. Actualmente, se ejecuta un programa de recuperación, con el fin de ponerlas en marcha para que contribuyan a la diversificación de las producciones hacia mercados agropecuarios y otras redes. Y aunque todas –en materia de equipamiento–, no podrán ser como La Ignacita, sí podrán inspirarse y seguir un modelo de gestión que les dé solvencia para mejoras progresivas, con envases seguros y calidad, como exige la población.