El béisbol, cuando aprieta el calendario y no concede coartadas, obliga a los equipos a mostrar su verdadero rostro, y en Industriales esa verdad se revela hoy entre urgencias, cuentas pendientes y la necesidad de reaccionar.
Los felinos salieron del terreno esta semana con dos heridas abiertas ante los Vegueros de Pinar del Río, golpes directos a la confianza y a la tabla de posiciones, en el tramo más sensible del calendario clasificatorio de la 64 Serie Nacional de Béisbol.
Cuatro reveses consecutivos han convertido la recta final en un sendero estrecho. Con 39 victorias, los Leones aún no pueden respirar tranquilos: la matemática, fría y despiadada, dice que todavía existe el riesgo de quedar fuera de la gran fiesta. No es el escenario soñado para un equipo como este, pero sí el que obliga a mirarse al espejo.
El calendario pendiente no concede tregua. Seis partidos suspendidos definirán destinos y nervios: tres más frente a Pinar del Río, rival directo y hambriento; dos contra unos Alazanes de Granma que, aunque con opciones mínimas, no regalarán nada; y uno este domingo en el Latinoamericano ante los Piratas de La Isla, elenco eliminado pero peligroso.
La ecuación es clara: ganar al menos la mitad de esos desafíos y la clasificación quedará en manos propias. Fallar más de la cuenta significará mirar de reojo otros terrenos, otros marcadores, otros desenlaces. Las probabilidades siguen siendo altas, pero ya no alcanza con el nombre ni con la historia. Hace falta un empujón final.
Porque no se trata solo de estar entre los ocho. La ubicación importa, y mucho. Un mal cruce en cuartos de final podría dejar a los azules fuera de los seis primeros y, con ello, sin boleto a la próxima Liga Élite.
Sería un golpe duro para la afición capitalina, acostumbrada a ver a su equipo en cada cita grande. La Comisión Nacional ha sido clara: por la cercanía de eventos internacionales y la acumulación de partidos suspendidos, no todos podrán jugarse, aunque se garantizarán los indispensables para clasificar. Eso significa una cosa: no hay tiempo para pestañear. La serie puede cerrarse de golpe.
Sin embargo, este equipo tiene con qué. Por momentos, Industriales parece inmenso. Su cuerpo de lanzadores intimida: segundos en efectividad con 4.15, líderes en ponches cada nueve entradas (7.23) y dueños del mejor promedio de bateo de los rivales (.259).
Son números que sostienen esperanzas y silencian dudas. La ofensiva, sin ser desbordante, está por encima de la media, con hombres de fuerza, bate oportuno y una banca capaz de responder.
El talón de Aquiles ha sido la defensa: 83 errores y un promedio de fildeo de .967, por debajo de la media del torneo. Detalles que cuestan juegos, que alargan entradas, que desgastan brazos y ánimos. Ahí está la factura de este bache. Reconocerlo no debilita; al contrario, es el primer paso para corregir.
Ahora toca cerrar filas. Ajustarse los uniformes, apretar los dientes y entender lo que significan esas letras góticas que llevan en el pecho. Industriales no puede vivir de recuerdos, pero tampoco puede olvidar quién es.
Con la historia no se ganan partidos, pero empuja cuando las piernas tiemblan. En esta recta final no hay margen para la complacencia ni para el lamento: hay que salir al terreno con la fiereza de los Leones, conscientes de sus virtudes, alertas de sus fallas y decididos a imponer su voluntad.
La Habana espera, el calendario aprieta y el rugido tiene que volver ahora, no mañana. Nos vemos en el estadio.
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Los leones deben, y van a reaccionar. Eso es lo que esperan, y necesitan los habaneros.