El béisbol cubano está en una pausa para respirar después del golpe Melissa, un huracán que barrió la región oriental del país y que, además de dejar estragos materiales, interrumpió el pulso ardiente de la 64 Serie Nacional.
Los estadios quedaron en silencio, las gradas vacías, los sueños suspendidos en mitad del swing. Pero el martes, si las condiciones lo permiten y los diamantes se despejan, el espectáculo volverá.
Y en el corazón de ese retorno se alista un duelo de altura: los Leones de Industriales frente a los Cocodrilos de Matanzas, en el Victoria de Girón. Allí, en la caldera yumurina, chocarán dos colosos curtidos por la adversidad.
Matanzas, líder del torneo con balance de 26 victorias y 14 reveses, defenderá su cima ante un Industriales (23-14) que acecha desde la cuarta posición, a solo juego y medio, dispuesto a demostrar que el rugido felino no se apaga ni en la tormenta.
Ambas escuadras llegan con cicatrices: lesiones, enfermedades, ausencias que hubieran quebrado a cualquier otro conjunto. Pero no a estos. Matanzas, con la templanza de Armando Ferrer en el banquillo, y los Leones, con el orgullo azul de un linaje centenario, han sabido mantenerse en el grupo de vanguardia pese al asedio de otros conjuntos.
El duelo promete fuego cruzado. Industriales, aunque con juegos pendientes, ha ganado seis de ocho enfrentamientos particulares y solo ha cedido ante Mayabeque y Sancti Spíritus. Su ofensiva produce para .298 —quinta del torneo— y sus lanzadores exhiben una efectividad de 3.97, con un relevo que brilla entre los mejores (3.20). Dominan el arte del ponche (7.85 por juego, primeros de la Serie) y defienden con decoro (.969). Matanzas, en cambio, se apoya en su solidez defensiva (.980, la mejor del campeonato) y un pitcheo que apenas permite 3.92 carreras limpias por cada nueve entradas.
Al bate, su promedio colectivo (.272) no impresiona, pero compensa con oportunidad y temple: empujan a los hombres en posición anotadora casi con la misma frecuencia que los capitalinos (25.44 por ciento contra 25.53).
El espectáculo individual tampoco faltará. Por los azules, Ángel Alfredo Hechavarría y Ariel Sánchez han formado una dupla demoledora: promedio de .375, 18 dobles, 11 jonrones y 56 impulsadas.
Desde el montículo, la pareja de Pavel Hernández y Misael Fonseca es sinónimo de garantía: nueve triunfos, un revés y una efectividad combinada de 2.15. Hernández, con 61 ponches y promedio de limpias de 1.98, es el líder absoluto en ponchadores.
Los yumurinos también exhiben piezas letales. Luis Ángel Sánchez batea para un asombroso .405, mientras Eduardo Blanco y José Amaury Noroña suman 12 cuadrangulares y 67 remolques entre ambos.
En la lomita, Silvio Iturralde y Pedro Mesa muestran idéntico balance de 5-1, y el relevista Yosney García, con 17 salidas y efectividad de 1.73, se erige como muro infranqueable. Más allá de las cifras, la serie entre Cocodrilos y Leones se anuncia como un pulso de emociones puras: tradición contra ímpetu, historia frente a presente, el rugido azul desafiando el morder de los rojos.
Ambos parecen destinados a cruzar el umbral de la postemporada, entre los ocho que buscarán el título y, con él, el boleto a la venidera Liga Élite. El huracán Melissa detuvo el campeonato, pero no el espíritu del béisbol cubano.
Cuando la pelota vuelva a volar sobre el Victoria de Girón, lo hará cargada de simbolismo: será la señal de que el país se levanta, que la Serie respira y que los Leones —como siempre— salen de la tormenta con la mirada puesta en la gloria. Nos vemos en el estadio.


Boris Luis

Foto: Boris Luis Cabrera

Escribe en Tribuna De La Habana