El béisbol cubano se prepara para abrir un nuevo capítulo el próximo 2 de septiembre, cuando la 64 Serie Nacional alce el telón y los Industriales, siempre bajo el escrutinio de la multitud, presenten nuevos protagonistas en busca de romper la sequía de títulos que se extiende desde 2010.

Entre ellos sobresalen dos nombres que resumen la mezcla de riesgo y esperanza: el lanzador zurdo Lee Andy Plumas y el receptor Pedro Roque. Dos jóvenes que, desde trincheras diferentes, comparten el mismo desafío: devolverle la fe al equipo más laureado de Cuba.

Plumas carga con una historia marcada por la reinvención. Nacido derecho, una operación en un dedo lo obligó a aprender a lanzar con la izquierda, cicatriz que el destino convirtió en emblema.

“Nunca bajé la cabeza y seguí esforzándome”, recuerda, consciente de que aquella contrariedad lo transformó en un pitcher diferente, paciente y combativo.

El Sub-23 le dio vitrina: fue el primer lanzador de La Habana, guio a su equipo al subtítulo y obligó a rivales históricos como Granma a dar su máximo. Esa actuación lo llevó a la preselección nacional y le reafirmó que su brazo, todavía joven, puede escribir páginas de importancia. “Este año será mejor para mí, voy cogiendo confianza y madurez”, asegura.

En el otro extremo del diamante, la máscara recae sobre los hombros de Roque. Con apenas 25 años y tres Series disputadas, asume ahora la titularidad de la receptoría tras la salida de figuras experimentadas.
Él sabe que el puesto exige temple, visión y guía para un cuerpo de lanzadores considerado entre los más sólidos del campeonato. “Me siento bien preparado para asumir la responsabilidad y ganarme la confianza de la afición”, confiesa.

Si Plumas simboliza el azar convertido en oportunidad, Roque encarna la serenidad frente al peso de la tradición. Creció fascinado por la posición de receptor, observando a referentes como Frank Camilo Morejón y Ariel Pestano, y aunque reconoce que el bateo es aún su deuda, no rehúye la tarea: “Con el entrenamiento y el juego diario eso va a mejorar”.

Ambos tienen algo en común: se saben piezas de un engranaje que carga con 12 coronas en la historia, pero también con tres lustros de espera. Entre los planes inmediatos coinciden en un mismo anhelo: que el Latinoamericano vuelva a vibrar con un campeonato.

“Vamos a levantar ese trofeo que hace años nuestra afición espera”, promete Plumas. “Pienso que este equipo, con juventud y experiencia, puede lograrlo”, refuerza Roque.

La Habana los observa crecer, cada cual desde su puesto: el zurdo que nació derecho y el joven que carga la máscara. Dos historias que se cruzan en Industriales, dos símbolos de una nueva generación que quiere devolver al azul su rugido perdido.

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