Los Leones de La Habana han vuelto a rugir con fuerza en el panorama del béisbol nacional. Con una actuación sólida de principio a fin, el equipo capitalino se proclamó ayer jueves campeón de la zona occidental en la VIII Serie Nacional de Béisbol para menores de 23 años.   

Con ese triunfo, aseguró su boleto a la gran final del torneo, firmando una de las campañas más brillantes en la historia reciente de esta categoría.

Clasificados como líderes del grupo A con 14 victorias y apenas cuatro derrotas, los discípulos de Saúl Ballester confirmaron su hegemonía al barrer en dos partidos a los Leopardos de Villa Clara, primeros del grupo B. Fue una serie pactada al mejor de tres, pero bastaron dos jornadas en el estadio Latinoamericano para sellar el destino.

En el primer desafío, los habaneros remontaron un marcador adverso de 0-3 con una ofensiva letal que generó cinco carreras y cambió el guion del juego.

Dairon Miranda disparó un cuadrangular en el quinto episodio que amplió la ventaja, mientras Brian Garzón limpió las bases con un doble oportuno y Frank David González añadió otra conexión de dos bases.

Desde la lomita, el diestro Fher Cejas volvió a brillar como cerrador de lujo: seis ponches más a su cuenta para llegar a 28, y su quinta salvada del torneo sin permitir carreras en 14.1 entradas lanzadas.

El segundo partido fue una obra maestra del zurdo Lee Andy Plumas, quien lanzó las siete entradas del duelo con aplomo, permitiendo apenas cinco hits y recetando nueve ponches.

Su dominio fue total, mientras la ofensiva azul encontraba el momento justo para golpear. Yasser Mesa impulsó una carrera clave y Dayron Miranda sumó tres imparables en la jornada. La carrera decisiva, sin embargo, llegó por un error defensivo de los Leopardos, cuando la presión capitalina era ya insoportable.

La serie semifinal se jugó en un escenario icónico: el estadio Latinoamericano, cuyas gradas, aunque no llenas, estuvieron vestidas de azul y vibraron con el sonido incesante de la conga habanera. Fue una celebración íntima pero profunda, un canto de esperanza para el béisbol capitalino que llevaba años esperando una actuación de este calibre.

No se trata solo de números. Este equipo representa una nueva generación de Leones, una camada joven que trae consigo el espíritu combativo de aquellos que hicieron historia en la Serie Nacional de mayores.

Nombres como Carlos Nieto —cuatro jonrones en el torneo—, Miranda, González y Mesa destacan al bate, mientras en el pitcheo, además de Plumas y Cejas, Misael Fonseca se ha consolidado como un abridor fiable. Todos bajo el liderazgo sereno pero firme de Saúl Ballester, un timonel que ha sabido mezclar juventud, talento y carácter en una receta ganadora.

Desde que La Habana se coronó en 2015 con Norge Heredia, ningún conjunto capitalino había alcanzado semejante nivel en la categoría sub-23. Hoy, con 16 victorias en 20 juegos, la escuadra regresa al lugar que merece por historia, entrega y presente.

La Habana está lista para la final. Estos Leones no temen a nadie y han despertado con hambre de gloria y con la estirpe de aquellos que alguna vez levantaron 12 coronas nacionales.

El rugido se escucha de nuevo. Y esta vez, nadie podrá silenciarlo. Nos vemos en el estadio.

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