El derrumbe de Industriales ha sido sonoro, hiriente, inesperado. Las derrotas consecutivas ante los Tigres de Ciego de Ávila en la semifinal de la III Liga Élite del Béisbol Cubano no solo han puesto contra las cuerdas al equipo más laureado de la historia, sino que han encendido otra vez el debate eterno: ¿qué le pasa a Industriales?
En el papel, este era un conjunto diseñado para asustar. Reforzado con nombres de peso, con una línea central robusta, como dicta el manual, y con estrellas de brillo internacional: Yasmani Tomás, jonronero de Grandes Ligas; Erisbel Arruebarrena, torpedero titular de Cuba; Alfredo Rodríguez, curtido en Triple A.
Además, un cuerpo de lanzadores con experiencia y talento probado —Pavel Hernández, Raymond Figueredo, Leodán Reyes— y un cerrojo de lujo en José Ángel García, el salvador de siempre.
Pero el béisbol, como la vida, no se escribe solo con estadísticas.
El problema no está en las manos —aunque ya suman más errores que nadie en estos playoffs— ni en los bates —que han tronado por momentos con cuadrangulares de Arruebarrena, Santoya o Tomás—. El problema está más hondo, allí donde la vista no alcanza: en la mente.
Jugar para Industriales es cargar con una historia de 12 títulos nacionales, con una camiseta que pesa toneladas y una afición que no perdona. Desde 2010 no levantan un trofeo, y cada generación que llega lo hace con la mochila llena de ese legado, convertido más en peso que en impulso. A veces, en el diamante, no son los reflejos los que fallan, sino el alma, que se encoge.
Por eso es injusto apuntar directamente a Guillermo Carmona. El mentor azul ha probado su capacidad como estratega, ha confiado en sus hombres, ha apostado por la ofensiva y por reforzar lo esencial. Pero el béisbol también se juega en la cabeza, y cuando las cosas no salen, cuando la pelota no pica donde debe o el guante se encoge en el instante crucial, el mánager se convierte en rehén de lo intangible.
¿Qué pensará Carmona cuando ve caer a sus Leones uno tras otro? ¿Qué conversará con su cuerpo técnico mientras en las gradas se encienden las críticas? ¿Siente impotencia, rabia, culpa?
Tal vez recuerde cómo prepararon cada juego, cómo ajustaron la rotación, cómo motivaron al equipo tras cada revés. Tal vez se pregunte, como tantos otros, por qué este equipo, con tanto talento, no logra rugir cuando más lo necesita.
Al otro lado, los Tigres de Ciego de Ávila no tienen esa carga. Juegan libres, sin el peso de la historia, con el hambre de los que no tienen nada que perder.
No tienen el mejor lineup, ni el roster más sonoro. Pero tienen algo que no se compra: garra. Bajo el mando de Danny Miranda, campeón olímpico y estratega paciente, han construido una sinfonía silenciosa y eficaz.
Terminaron primeros en la etapa clasificatoria y ahora están a un paso de la final. Lo han hecho con Cepeda y Samón como guías de experiencia, pero también con el empuje colectivo de los que creen en el equipo por encima del nombre.
Hoy, Ciego de Ávila está más cerca de la gloria, e Industriales, más cerca de otro final amargo. Pero no todo está dicho. En el béisbol, como en la vida, los grandes se rehacen. Aunque el tiempo apremia.
Y mientras los felinos orientales rugen en el diamante, Carmona y sus Leones buscan, en silencio, la manera de despertar el alma. Porque no basta con tener la historia de tu lado. Hay que escribir la próxima página, y esa, aún no se ha cerrado. Nos vemos en el estadio.
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