Lidia Montes de Oca encarna de manera ejemplar el espíritu de los nacidos en Cuba, de su particular historia desprende esa fuerza para enfrentar cualquier escenario por controvertido que sea. Hace alrededor de un año no se imaginó siquiera que competiría en el escenario cumbre del deporte para personas con alguna condición de discapacidad: los Juegos Paralímpicos. Sin embargo, su carácter a prueba de cualquier desafío la hizo llegar desde Loma Blanca, en el municipio santiaguero de Segundo Frente, hasta París a enseñar de qué están hechos los nacidos allí.

Y lo confiesa sin avergonzarse, porque nada indigno encierra la humildad, y también porque solo ella sabe el esfuerzo que demanda llegar al sitial más encumbrado en cualquier disciplina de la vida, “para mí estar aquí es ya una medalla”.

Delante encontró a la serbia Jelena Rasic, con una medalla de bronce mundial en su palmarés y un quinto puesto en el escalafón de los +65 kg de esa disciplina. Rasic ostenta un recorrido deportivo tan largo como sus piernas, y enseñó sobre el tatami el excelso dominio de los tiempos y las distancias, de la táctica.

Pero ni siquiera así dio la imagen de superioridad absoluta, solo por una razón, Lidia no se conforma con excusar una derrota, como ninguno de los cubanos que le acompañan aquí: a pesar de que en tal caso se acepta con humildad, en la contienda dan todo porque les vale más la vergüenza que un metal cualquiera.

La serbia no solo notó el denuedo y el arrojo de la santiaguera, también lo reconoció luego de su victoria en los octavos de final, lo mismo que su entrenador cuando distinguió que la combatividad de Lidia le obligó a rebuscar estrategias y a su atleta a esforzarse al máximo.

Y no es este el punto final de una historia de superación. La fortaleza de los nacidos en la Isla, la determinación de todos de “pelear” sin escatimar esfuerzos apenas le ponen a estas líneas tres puntos suspensivos, a sabiendas siempre de que lo mejor está por venir...

(Tomado de JIT)

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