Hace casi un año entrevisté a Santiago Miguel Montero Calzada, un muchacho inquieto y delgado, que prefiere estar dentro de un tatami, sin achicarse ante algún rival, que tener delante una grabadora. Pensé, con el tiempo, se le quitaría ese temor, sin embargo, Miguel Montero sigue siendo la misma persona inquieta y de pocas palabras con que conversé hace casi un año.

Recuerdo en aquella oportunidad me dijo que cuando fuera a un nacional habría de subirse al podio, pero no al tercero, ni al segundo lugar, sino al primero. Y el jovencito del Cotorro acaba de cumplir con su palabra, al coronarse el la Copa Pioneril de Judo 2024.

En esta oportunidad combatió en la división de 42 kilogramos, (anteriormente lo hacía en la de 36), y no dio margen a dudas en ninguno de los tres combates que efectuó. Sin embargo, pese al cambio de división, Miguel Montero se las vio, como decimos los cubanos, "grises y con pespuntes negros" para poder hacer el peso, ese que dada su edad (tiene ahora 12 años), tiende a cambiar a medida que se gana en talla y musculatura.

Nos comenta que lo más difícil de la preparación fue hacer el peso, pues "estaba súper por arriba, como tres kilogramos, y pensé no podría hacer el peso". Nos explica que comenzó entre cinco días y una semana antes a bajar de peso, y hasta el último momento estuvo batallando con la báscula.

LA COMPETENCIA

Tras un viaje donde el sueño fue su eterno compañero, llegaron a Pinar del Río. La tensión era evidente, todos querían ganar, subir a lo más alto del podio, pero lo primero era vencer la báscula, un combate que logró superar.

Después vendría lo "más fácil", vencer a sus rivales sobre el tatami. Tras el pareo, quedó bye en la primera ronda, por lo que solo debía ganar tres combates, para hacerse con el cetro, sin embargo... el primer pleito se las traía.

Delante tenía a un rival de Centro Habana que "ya me había vencido en otras oportunidades, y eso me ponía muy tenso, al punto de llegar a pensar que no podía ganarle. Desarrollé un combate muy táctico, tratando de sacarle siempre del tatami para que le marcaran Shido. Fue un combate muy táctico, en el cual logré ganar por la descalificación de mi contrario, por acumulación de Shido"

"La segunda pelea fue contra un niño de Mayabeque, y en esta oportunidad gané por ippon tras 20 segundos de combate". Después llegó la pelea por el oro. El rival, de Guantanamo al cual había visto pelear, y sabía lo hacía muy bien. Había pensado en aplicarle mi técnica favorita, el Wasa Ari, pero me di cuenta que se estaba recargando hacia atrás. A los 30 segundos, con una reacción atrás logré proyectarlo y marcarle un Waza ari. El resto del tiempo trabajé con inteligencia, buscando sacarle del colchón". De esa forma, sin "regalar" siquiera un Shido, logró hacerse con la corona de los 42 kilos, contribuyendo con ello a que La Habana ganará la Copa de Judo 2024.

Me dice que ell próximo curso escolar, justo cuando se estrene en la secundaria básica, debe cumplir uno de sus grandes sueños, matricular la EIDE Mártires de Barbados. Entonces la batalla será más intensa, ya es el campeón nacional, y todos los ojos estarán sobre él. Mantenerse en ese centro de estudios, y avanzar cada día más en el judo, depende de él, de su entrega, constancia y disciplina.

Al preguntarle sobre su próximo objetivo, nos dice que es participar, y ganar, el Panamericano Pioneril de noviembre. ¿En qué categoría?, eso no lo sabe aún, aunque, "si pudiera cambiar de categoría, sería a un peso más alto, y estaría más cómodo. De ser el mismo peso, tendría que trabajar para mantenerlo".

Le toca ir a entrenar, y no lo demoro más. Mientras le veo avanzar rumbo al dojo pienso en la importancia de la familia en el desarrollo de nuestros atletas. En los viajes que desde el Cotorro hasta Centro Habana pese a las dificultades con el transporte, han tenido que dar con él, cada vez que ha estado en un concentrado.

Recuerdo las historias que me han hecho sobre el cuidado de su dieta, en tiempo de competencia. Un cuidado que les ha llevado a privarse de comer algo para que él no sufra por no poder hacerlo. Incluso, en esta ocasión, en que él tenía que bajar tanto en tan poco tiempo, la comida de todos fue hervida, pues para exigir, hay que dar el ejemplo. Eso es un verdadero "trabajo en equipo", algo de lo que muy pocas veces se habla, y que muchas veces es vital en los triunfos de nuestros atletas.

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