Para ser director de un equipo de beisbol hay que estar dispuesto, ante todo, a cargar una cruz muy pesada sobre la espalda, y ser consciente que en la mayoría de las ocasiones terminará siendo un héroe anónimo o un villano.
El trabajo de un director tiene una importancia gigantesca, mucho más allá de grandes maquinarias ofensivas, defensas herméticas e impecables cuerpos de lanzadores.
No basta con tomar la decisión correcta en un partido, traer al emergente indicado, al relevista justo, o simplemente trazar una estrategia de juego efectiva y coherente. Un buen director necesita mucho más que eso, y tiene más responsabilidad en un resultado de lo que muchos imaginamos o somos capaces de valorar.
El éxito está en su integralidad y necesita tener una serie de atributos, que bien combinados, pueden hacer de una selección un equipo altamente competitivo, con independencia de la nómina que presente en los papeles.
Lo más importante es el conocimiento de sus propios jugadores, debe tener muy clara la capacidad física de cada uno de ellos, su respuesta ante determinados factores, el grado de destreza y la técnica que poseen, su nivel de inteligencia, su mentalidad táctica, su capacidad de juego, su resistencia, su grado de compañerismo, su espíritu de sacrificio, su estabilidad emocional y su vocación de líder.
Solo así, un director puede extraer lo mejor de cada uno de sus jugadores. Un conocimiento superficial o un estudio poco serio de estos factores, darán al traste con varias victorias dentro de un campeonato.
Un director, además, tiene que tener conocimientos profundos de todos los fundamentos de este deporte, experiencia en la dirección de grupos, dotes de mando, mucha dedicación, interés y actitud positiva frente a su tropa.
Tiene que ser ejemplo, justo, responsable, humilde, honrado y respetuoso con sus jugadores en el trato personal; tiene que tener autoridad e iniciativa, dominar conocimientos de psicología y pedagogía, ser objetivo, tener confianza en sí mismo y no ser arrogante ni vanidoso.
Pero si todo esto les parece poco, un director tiene que conocer las fuerzas y debilidades de los equipos contrarios y las calidades y cualidades individuales de los jugadores a los que se enfrenta, para poder trazar un plan de juego efectivo.
Un director de beisbol, un verdadero director de beisbol, no nace como la mala yerba y aunque tenga todos esos atributos -increible esto- puede perder partidos, porque en la trinchera opuesta tal vez hay otro con similares características, los atletas no son máquinas y este deporte es el más impredecible del mundo.
¡Menudo trabajo injusto! Nos vemos en el estadio.
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Dirigir cualquier actividad y donde tenga al frente un colectivo, resulta una labor científica donde se debe hacer llegar la decisión y el pensamiento propio a las mentes de otros seres, que estos la concientizen y la ejecuten. El beisball no se aparta de ello, resulta sumamente complejo como usted bien lo reseñaba. Hay que tener en cuenta las potencialidades individuales de cada uno de los miembros del equipo, la situación del juego y la apreciación detallada del contrario. No puede dejar de tener presente el lugar donde se lleva a cabo el desafío y el público a que nos enfrentamos, lo cual influye en la psiquis de los jugadores. Nunca quedará bien con sus seguidores, porque cada uno de nosotros lleva adentro un director de pelota y tenemos diferentes críterios. Resulta complejo ser director, tomar decisiones que pueden ser buenas y alcanzar la victoria, pero si salen malas pierdes el juego.