El béisbol nacional anda en horas bajas, hace mucho tiempo que anda en horas bajas. Ni siquiera la actuación en el Clásico pudo levantarlo, aunque haya sido un buen despertador. No estoy descubriendo nada nuevo. Ni siquiera la declaración como Patrimonio Cultural de la Nación en 2021 ha logrado sacarlo de la modorra en que hace años se encuentra.

Las causas pueden, y de hecho son, muy variadas. Emigración, crisis económicas, maneras de asumir el juego, formatos de competencias…, son algunas de las más citadas. Pero a la par, hay un elemento que a diferencia de algunos de los anteriores sí está en nuestras manos, y es la concepción del béisbol como un Espectáculo, en el más amplio sentido de la palabra.

En un mundo donde se ha convertido en un espectáculo todos los elementos de nuestras vidas, aun viejas ideas impiden que se haga así con el pasatiempo nacional. El marzo pasado demostró que la pasión sigue latente, que solo hay que alimentarla un poco para que se encienda. Pero al aficionado, saturado de propuestas de todo tipo, hay que encantarlo, hacerlo partícipe, ponerle la pelota en la mesa, que sienta que no puede vivir sin ella. Y en eso hemos fallado.

La Serie Nacional, como máximo escalón, no puede ser concebida como el juego de pelota y nada más. Tiene que ser pensada para peloteros y sobre todo para aficionados. No puede ser hecha para cumplir un calendario, donde que sea más o menos vista constituya un elemento secundario.

El principal elemento que conspira para que un aficionado vaya al estadio es el horario. Los juegos a las 2:00 de la tarde, sin incluir el sol que solo de pensar en los peloteros me hace llorar, se hacen en el momento que se debe estar en el trabajo o en la escuela. Ni hablar de los dobles juegos a las 10 de la mañana, donde prácticamente hay que desayunar en la guagua para ver el primer inning. Es verdad que los compromisos internacionales y la situación del país no ayudan, pero antes de empezar la Serie se dijo que tratarían de hacer juegos nocturnos y ha quedado en papel mojado.

Si por fuerzas de causa mayor se entiende el horario de los juegos, habría que facilitar, ahora más que nunca, el seguimiento de la Serie por otras vías. Pero es en extremo difícil hacerlo por la página del béisbol cubano, que se cae y se atrasa con la misma frecuencia que funciona. Es inconcebible que un campeonato que pretende ser el mayor espectáculo deportivo del país no tenga una página que funcione correctamente. Unido a esto, los equipos no cuentan con páginas o redes sociales oficiales, donde encontrar todo lo relacionado a ellos, desconectando más al aficionado de sus ídolos.

Mención aparte merecen las transmisiones de la Serie Nacional, y no precisamente por lo bueno. Con apenas par de programas dedicados exclusivamente a la pelota, de la Serie Nacional se habla poco. Resúmenes, reportajes, crónicas, documentales sobre el campeonato brillan por su ausencia, mientras otros materiales se repiten hasta el cansancio. Incluso la actuación de los integrantes del llamado Team Asere apenas ocupan segundos en la pantalla, cuando "curiosamente", otros eventos del gigante norteño como la NBA sí ocupa tiempo de televisión.

Los productos relacionados con el béisbol es otro elemento que escasea. Y no me refiero solo a los implementos deportivos, como guantes o spikes, sino otros que sirven para pregonar la simpatía por alguna novena. Encontrar gorras o camisas es difícil y caro, no digamos ya adquirir una oficial de la marca que viste a los equipos.

Aunque no todo es negativo. Una Mipyme en la capital ofrece, e incluso rifa en el estadio, artículos relacionados con el béisbol. Por otro lado, desde Matanzas se aseguran de poder transmitir por televisión todos sus juegos de local. Desde el ámbito digital la aplicación de La Pelota da seguimiento e incluso propone un juego al estilo fantasy con la Serie Nacional. Páginas de aficionados, radios y periódicos provinciales ponen su máximo empeño en difundir los resultados. Pero estos ejemplos, aunque exitosos, son escasos.

Ver a la pelota en general y a la Serie Nacional como solo el momento del juego es un error. Falta mucho para concebirlo como un espectáculo en toda la regla. Poner al aficionado en un lugar central, y no mero espectador pasivo es esencial para que continúe siendo este juego Patrimonio Nacional. Cierto que las condiciones económicas distan de ser las ideales, y que muchos recursos necesarios no existen, pero también es cierto que con los que tenemos podemos hacer más.

Lograr la sostenibilidad económica, y que a la par siga siendo un hecho cultural masivo y popular es imperativo. Toda acción para acercar al aficionado a sus ídolos es poca, todo lo que hagamos es insuficiente para engrandecer este deporte que parece estar en el ADN mismo de Cuba.