El desarrollo del béisbol en La Habana, aun en tiempos de crisis económicas, es evidente. El resultado que van teniendo los equipos capitalinos en los campeonatos nacionales de categorías menores hace pensar que el futuro de los Industriales está garantizado, pero el problema es mucho más complejo.
La actuación de los elencos Juvenil y sub 15, quienes marchan primeros en sus respectivos grupos, y la llegada a la gran final de las Pequeñas Ligas de los peloteritos de Habana del Este, son solo algunos ejemplos que ilustran que hay calidad en el territorio, y que vienen en camino generaciones con potencial para vestir un día el glorioso uniforme azul de las letras góticas en el pecho.
Sin embargo, esto ha venido ocurriendo desde hace varios años y son muchos los atletas que por diferentes motivos salen de esa pirámide deportiva y no los vemos jamás en Series Nacionales, mientras el equipo más ganador de nuestros campeonatos caseros tiene una sequía de títulos que ya se alarga a 13 años.
Muchos factores inciden en esa ruptura, pero el principal de ellos es la ausencia de un acuerdo con las Grandes Ligas, hecho que propicia una emigración desordenada y peligrosa y obliga a los peloteros (cada vez más jóvenes) a romper con la Federación Cubana para poder alcanzar sus sueños.
Si algún día este acuerdo se reactiva (recordemos que fue congelado por la administración del ex presidente Donald Trump) sin dudas sería un paso muy importante para poder conservar y desarrollar a nuestros mejores atletas, pero ni siquiera eso sería determinante bajo la situación que vive Cuba en estos tiempos.
¿Cuántas veces hemos visto jóvenes atletas con perspectivas abandonar el béisbol o perder por el camino sus herramientas producto de malas prácticas, desmotivaciones, o bajo poder adquisitivo de sus familiares?
Hay muchos ejemplos-y lo sabemos bien todos los que seguimos las categorías menores-de peloteros que no se desarrollan porque juegan campeonatos muy cortos, no tienen la alimentación requerida en sus hogares o en las escuelas de iniciación deportiva (EIDE), carecen de los implementos necesarios, o sus profesores no cuentan con los recursos tecnológicos para hacer un trabajo efectivo.
En Cuba en general y en La Habana en particular, los peloteros se dan como la mala hierba porque es parte de nuestra propia naturaleza, y eso es una bendición para todos los que amamos este gran deporte e hinchamos por nuestros equipos favoritos, pero eso no basta.
Se ha demostrado con la pérdida de las supremacías en torneos internacionales en los últimos años que eso no es garantía para mantenerse en la élite mundial, y es lo mismo que le está ocurriendo a Industriales, un equipo que representa a la provincia más poblada del país y que a lo largo de los años ha sido referencia en el béisbol nacional.
No nos sentemos a esperar la reactivación del acuerdo con la MLB como fórmula mágica. Hay que trabajar e invertir, y dejar que este deporte suelte sus lastres para que se ponga a tono con el mundo que nos rodea. Nos vemos en el estadio.
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Los graves problemas acónomicos que vive nuestra sociedad, unido a la falta o carencias de medios deportivos en las áreas deportivas o las mal llamadas acádemias, hacen que muchachos con ganas de jugar beisball y lo más lamentable con buenas perspectivas, abandonen sus empeños. Fuí testigo de un muchacho, con solo 15 años, tremendo biotipo de 182 cms, con control y apreciable velocidad. Estaba en el área contigua a la Ciudad Deportiva bajo la mirada de un excelente entrenador. Tuvo su familia que hacer filigramas en el aire para comprarle un guante aceptable y sus atuendos. Realizaba largos viajes en guagua para llegar después de su jornada escolar; pues a la larga se desmotivo porque no habían pelotas para entrenar y otras cuestiones objetivas. Se perdió un muchacho que podría haber realizado carrera y quizás llegar a nuestro equipo azul.