Después de concluido la mitad del campeonato, los Industriales andaban en el décimo puesto con más derrotas que victorias en su casillero. En un giro que no esperaban los incrédulos, el equipo más azul de todos salió de las cenizas donde los malos fanáticos lo habían incinerado, para conseguir 16 triunfos en sus últimos 25 desafíos y amanecer este fin de semana en la quinta plaza del torneo.
Las causas de este florecer son muchas, y van desde una unidad fortalecida hasta el hallazgo de líderes que saben halar la nave, pasando por motivaciones grupales y otros tantos detalles que son invisibles a los ojos. Pero sin dudas dentro de ese saco de fuerzas que han empujado al equipo, hay una que tiene mucho peso: El “Brujo” de Guillermo Carmona.
Claro que el mentor capitalino no es un hechicero, ni una especie de chamán que se comunica con las potencias de la naturaleza y con los antepasados gloriosos que algún día vistieron esa chamarreta histórica. Tampoco crea pócimas raras ni bebidas con propiedades mágicas para que sus pupilos atrapen pelotas y decidan partidos a la hora de recoger los bates y las pelotas, ni mucho menos mueve objetos con su mente.
Carmona es un simple mortal que ahora está en boca de todos y mañana podrá caer otra vez en la picota pública cuando se pierda un partido, porque así son las leyes que mueven el deporte, y más este que despierta nuestras pasiones.
No se trata de clarividencias si en las últimas semanas sus estrategias han fructificado a la perfección, si el jugador que trae de la banca hace una atrapada fenomenal para salvar el desafío, si deja batear a un hombre en un momento clave y este conecta el batazo decisivo, si ordena un sacrificio para poner la entrada en dos outs y luego llega el batazo que deja al campo a los rivales.
La observación de todo lo que pasa a su alrededor, el instinto, el sexto sentido, la confianza, y toda la experiencia que ha ido acumulando en todos esos años que lleva viviendo en los terrenos, son las herramientas que tiene para hacer su magia.
Ahora su manada ya está olfateando ese aroma exquisito que se desprende de la tierra de la postemporada. Es solo cuestión de tiempo para que esos Leones salten la cerca al toque de “A degüello” para pelear por esa corona número 13 que les ha sido esquiva por más de una década.
Carmona lo sabe. Por eso no quema naves, ni se desangra por ganar un partido a toda costa. Sabe que el secreto para esos duelos finales está en la forma física y psicológica con las que lleguen allí, y los cuida bajo la lluvia de balas que disparan los fanáticos desesperados que piensan que la temporada acaba mañana. Ya habrá tiempo para “brujerías”. Nos vemos en el estadio.
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