Restan pocos días para que el béisbol sea declarado oficialmente Patrimonio Cultural de la nación, algo que los amantes de este deporte esperaban desde hace largos años, y del que todos los cubanos tenemos que estar orgullosos, aunque algunos crean que es un mero título burocrático.

La “pelota”, como nos gusta decirle a este deporte que nos hace vibrar y que esconde dentro muchos rasgos de nuestra idiosincrasia, es un símbolo de la nación cubana como lo es la bandera de la estrella solitaria, el himno de Bayamo, el escudo, la Mariposa, o la Palma Real; como tantas veces dijo con el pecho apretado y entre lágrimas el profesor Ismael Sené.

Esta designación se lo ganó después del arraigo que tuvo entre las masas y por su impacto en la sociedad, desde que comenzó a practicarse en la isla a mitad del siglo XIX. Es un legado que recibimos de nuestros antepasados y que tenemos el deber de transmitírselo a las nuevas generaciones, con la debida atención y el cuidado que lleva un patrimonio inmaterial, por su fragilidad.

Es todo un reto cuando todos saben que el béisbol en Cuba no goza de su mejor momento, golpeado por crisis económicas, emigraciones de sus atletas, y múltiples problemas de toda índole que ha sacudido sus cimientos, provocando que las nuevas generaciones pierdan el interés y descarguen sus pasiones en otros deportes.

Nuestro gobierno y las entidades deportivas están en la obligación, ahora más que nunca, de preservar este patrimonio intangible porque está en riesgo esa memoria colectiva de nuestra nación y eso es lo único que puede garantizar la continuidad ya no solo de este deporte, sino de la cultura de todo un país.

Perder este Patrimonio Cultural sería perder nuestra propia identidad nacional y nuestro futuro como nación, he ahí la gran importancia que tiene el béisbol y la urgencia de trazar estrategias efectivas para su rescate, conservación, y desarrollo.

No se trata solo de nuestro campeonato doméstico, en esta lucha cada detalle cuenta y va desde la debida atención a las categorías infantiles, los incentivos económicos para profesores y atletas, el cuidado de las áreas deportivas, la preocupación por las glorias de este deporte, y otros muchos etcéteras.

El interés por cultivar la memoria colectiva es imprescindible. Por eso los periodistas y los medios de difusión masiva también tienen un peso grande en esta historia. La documentación y bibliografía, la transmisión de las mejores ligas del mundo, y los programas de análisis y debates, son vitales para beber del pasado y poder caminar con fuerza hacia el futuro.

Este engranaje no puede fallar para que esta tradición se mantenga, porque está en peligro de perderse de forma irreversible todo ese capital cultural que ha formado durante años nuestra personalidad social y nuestra cubanía. Nos vemos en el estadio.

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