Muy pocos hubieran imaginado que aquel niño escuálido y de baja estatura que se presentó un día con un guante en la mano en un terreno de béisbol de Santiago de las Vegas iba a hacer historia en este deporte. Nadie pudo predecir que ese muchacho sería capaz de echar por tierra teorías físicas y que años más tarde estaría arrastrando multitudes con sus atrapadas increíbles y su bate inquieto para dejar su nombre tatuado en la boca de los exigentes aficionados que inundan los graderíos de nuestros estadios.

Apodado la “maravilla”, este León azul hizo época con sus manos al punto de convertir la acción de fildear en un arte, al dibujar sobre la grama espectaculares engarces y hacer alarde de un pivot impresionante alrededor de la segunda almohadilla.

Creativo e innovador, Juan Padilla logró formar, junto a su compañero Germán Mesa, una de las mejores combinaciones en la historia del béisbol cubano con aquellas jugadas de leyenda que se robaban aplausos hasta de los más acérrimos rivales de los capitalinos.

Con el aluminio en ristre, esta especie de “aspiradora azul”, no fue segundo de nadie y logró promediar para 307 en 17 campañas nacionales, al ligar 1 914 hits en 6 241 veces oficiales al bate, con 293 tubeyes, 68 triples y 149 bambinazos, además de empujar 913 carreras para el plato.

Fue campeón nacional con sus Industriales con apenas 19 años de edad, ocupando el primer turno en la alineación el memorable día donde Agustín Marquetti despachó aquel antológico bambinazo a Rogelio Garcia, para dejar al campo a los Vegueros de Pinar del Río.

Con la selección nacional fue bicampeón mundial y olímpico, al integrar las filas del equipo que se tituló en Barcelona 1992 y en Atlanta 1996.

Coincidió en tiempo con el santiaguero Antonio Pacheco, titular indiscutido de la segunda base en el equipo nacional, lo que lo privó de dejar una mayor impronta en certámenes foráneos durante sus años mozos.

En plenos playoff del año 2000 Padilla sufrió un accidente doméstico que le hizo perder la visión en su ojo derecho y tuvo que abandonar su carrera deportiva, cuando aún estaba en plenitud de facultades y se preparaba para incursionar en sus terceros juegos olímpicos.

Hombre de béisbol, de esos que dejan de respirar si no sienten los olores característicos que inundan un terreno de pelota y no escuchan los sonidos de los bates chocando las pelotas, fue director durante cuatro temporadas del equipo Metropolitanos, y llevó al conjunto de los Indios de Bóer a semifinales, en la Liga profesional de Nicaragua.

Por todo esto “Juanito maravilla” tiene un lugar reservado en el Salón de la Fama que nosotros los aficionados a este mágico deporte construimos en nuestros corazones. Nos vemos en el estadio.

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