El 6 de octubre de 1976 dos explosiones estremecieron las costas de Barbados. Instantes después, en sus azules aguas, se hundiría el vuelo 455 de Cubana. De esa forma quedaba sellado el destino de las 73 personas que viajaban en esa aeronave.

Dentro de las víctimas de ese atentado se encontraban los miembros del equipo nacional de esgrima de Cuba, quienes acababan de ganar todas las medallas de oro puestas en disputa en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Esgrima, el cual tuvo por sede la ciudad de Caracas, en Venezuela.

En el fondo del mar quedaron sus medallas, el aliento vital de cuantos viajaban en ese vuelo con destino a Cuba. Los sueños tronchados de 73 personas, cuyo único crimen fue viajar en un vuelo de Cubana, son una afrenta imborrable en las páginas de la historia de la humanidad.

Fidel Castro pronuncia discurso en el acto de despedida de duelo del crimen de Barbados Foto: Tomada de Escambray

Hace 44 años de ese sabotaje, y las medallas que nunca llegaron a la Patria brillan con más fuerza que nunca, pues tal como vaticinara Fidel en el discurso de despedida a los mártires del atentado de Barbados:

Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria!

Durante todos estos años, por miles se han multiplicado los atletas cubanos, capaces de ganar decenas de medallas, a todos los niveles competitivos. Las nuevas generaciones de deportistas de la Mayor de las Antillas tienen presente el ejemplo de aquellos jóvenes que vieron truncadas sus vidas ante la soberbia del imperio.

El pueblo, como dijese Fidel aquel 15 de octubre de 1976 en el acto de despedida, recuerda al resto de las personas que fallecieron en ese viaje y mira al futuro consciente de que “No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica”. Al tiempo que, como en aquellos días, “Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!”.