La indisciplina de unos cuantos y el relajamiento de otros más, provocó un rebrote de la COVID-19 en la zona occidental, justo cuando la pandemia ya parecía encaminada a su eliminación. Ello trajo como consecuencia, entre otras medidas, que la capital cubana regresara a la fase de transmisión autóctona limitada, y con ello, la implementación de varias medidas para evitar la proliferación de la pandemia.
Desde el cese de la transportación pública en la capital, hasta la suspensión temporal del reinicio del curso escolar, son algunas de las disposiciones adoptadas en La Habana, a las cuales no escapa el deporte, precisamente uno de los sectores más afectados por este repunte de la COVID-19 en Cuba.
Esperado por la afición de todo el país era el inicio de la Serie Nacional de Beisbol; sin embargo, la situación actual obliga a cambiar, de forma drástica, el calendario de competencias, por lo que en las primeras cuatro subseries los estadios de occidente no verán acción, excepto en el caso de Matanzas, que por su condición de campeón nacional, acogerá la ceremonia de inauguración, hecho que le permitirá disputar en casa sus primeros desafíos ante el subcampeón Camagüey.
Pero hasta ahí las clases. Después todo será en la carretera, con las sedes distribuidas siempre desde las provincias de Sancti Spíritus hasta Guantánamo. El resto del calendario será anunciado con posterioridad. Esperemos que para entonces la situación en occidente haya dado un giro positivo, y se pueda jugar en todas las provincias.
Pero si esta situación es lamentable, sobre todo por los buenos resultados que estaba mostrando el país en el combate a esta pandemia, más preocupante aún, resulta el hecho de que los atletas que este 15 de agosto debieron regresar a sus centros nacionales de alto rendimiento, no lo hayan podido hacer. Tal decisión implica que ese personal deba continuar en sus casas, alejados de sus entrenadores y demás compañeros de equipo, aun cuando los miembros de las preselecciones élites que radican en las otras provincias utilicen las instalaciones disponibles para dar continuidad a la preparación que mantuvieron en casa.
La obtención de buenos resultados en el deporte depende, en gran medida, del trabajo en equipo. El roce con otros compañeros, sea en deportes colectivos o individuales, no solo permite a los entrenadores y deportistas realizar evaluaciones periódicas sobre los avances realizados, sino que contribuye a elevar el estado de ánimo de los atletas, a la par que les permite perfeccionar habilidades y contar con una mayor exigencia en los entrenamientos.
En momentos donde casi toda la actividad deportiva en el mundo está paralizada, el trabajo en equipo, y la confrontación entre miembros de un mismo deporte, puede servir como vía para aumentar las capacidades de cada individuo, al tiempo que les ayuda a mantenerse enfocados.
Lo peor de esta situación son las consecuencias que tanto tiempo alejados de un entrenamiento sistemático, bajo la guía de un entrenador, pudiera traer a largo plazo. Mientras más se demoren nuestros atletas en concentrarse, menor será el tiempo que tendrán para pulir detalles en busca de su clasificación (en el caso de quienes aún no la tienen) hacia los venideros Juegos Olímpicos de Tokio, y de una presea en esa cita.
En las manos de cada uno de nosotros está, en primer lugar, poner cerco a la COVID-19, y en segundo, permitir que nuestros deportistas puedan volver lo antes posibles a su vida cotidiana. De la actuación individual de cada uno depende, en buena medida, que nuestros deportistas dejen de estar, lo antes posible, quietos en base; que en el Coloso del Cerro los leones vuelvan a rugir y que la enseña de la estrella solitaria brille, nuevamente, en lo más alto del podio olímpico.