Foto: Juan Carlos Teuma Díaz

Quien se haya relacionado con el fútbol sala capitalino en alguna etapa de las últimas tres décadas —ya sea como aficionado, atleta o directivo— seguramente habrá visto en acción a un hombre cuyo combustible es la pasión y el amor por este deporte.

Sus vivencias en el banquillo, como director de las selecciones de varias categorías en el municipio de Regla, de Industriales o de La Habana, las guarda para sí como un tesoro que lo hace crecer en su responsabilidad de entrenador, y a la vez le trae a la memoria la emoción de cada jugada, de cada partido.

A sus 61 años, Fidel Hernández Llumbet acumula la experiencia de más de cinco lustros dirigiendo, además de la enseñanza adquirida en tres cursos para entrenadores deportivos impartidos por renombrados especialistas de la FIFA. Su labor profesional, como director del Combinado Deportivo No. 1 Estadio Alberto Álvarez, en Regla, le permite estar constantemente cerca de su hábitat natural y predilecto.

—¿Cómo llegas al fútbol sala?

—Yo soy de Granma y jugué con la selección de fútbol granmense durante nueve años. También estuve en el equipo de Santiago de Cuba, otros cuatro años.

“Vine a vivir a La Habana en 1993 porque mi esposa heredó una casa en Regla. Al llegar aquí supe que no había canchas para practicar el llamado fútbol once, pero sí existían espacios para jugar fútsal. Así comencé a conocer este deporte y a enamorarme de él”.

—Y poco a poco te fuiste insertando…

—Sí, en aquella época la hegemonía en la capital la tenían Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre… pero con dedicación fuimos mejorando notablemente y hoy por hoy Regla también se ha ganado un espacio en la élite.

—Has tenido las riendas de escuadras habaneras en lides nacionales…

—A Industriales lo he dirigido en ocho ocasiones y a La Habana una vez. Además, me desempeñé como preparador físico en dos certámenes, también con La Habana. He estado en el banquillo, de alguna manera, en 11 de los 13 campeonatos celebrados. Los dos años que no estuve —2004 y 2012— me hallaba cumpliendo misión en la República Bolivariana de Venezuela, por cierto, también vinculado al fútbol sala.

“Durante estos años, con Industriales tuvimos la satisfacción de ganar dos medallas de oro, una de plata y otra de bronce, a lo cual habría que sumar un cuarto y un quinto lugar. Y con La Habana también fuimos campeones nacionales en un año bastante exitoso, pues dos meses antes habíamos triunfado al mando de Industriales en la Copa Gelabert In Memoriam”.

—¿Te sientes satisfecho con tu labor?

—Uno siempre se exige más, sobre todo cuando se sienten unas inmensas ganas de hacer y se tiene la capacidad de aportar más en cuanto a resultados. La satisfacción está, sobre todo, en ver que varios de los atletas que dirijo son habituales en la preselección nacional. En estos momentos, por ejemplo, hay seis.

—Muchos de tus muchachos dicen que para ellos eres como un padre…

—Por ese estrecho lazo que nos une han sido posibles tantos momentos de alegría y éxitos, somos como una familia. Y esa relación la tengo igualmente con las tres edades que dirijo: la sub 17, la juvenil y la primera categoría. Es mutuo el constante aprendizaje y eso hace inevitable que crezca el apego entre nosotros.