La mañana está fría, Leonardo lucha, brazada a brazada, contra el agua en el canal de la Marina Hemingway. El viento estremece la piel mojada, llena de salitre. No hay tiempo para el descanso, los músculos tensos siguen tirando con fuerza. Kilómetro tras kilómetro Leonardo devora la distancia que le separa de su amada en el mismo corazón de el Vedado.

Su corcel de hierro parece hecho para desafiar las embestidas del viento, hombre y bicicleta se funden en un solo propósito, robarle segundos al reloj. En lo alto de la colina Adriana le espera, pero por el momento a Leonardo le está prohibido llegar hasta ella, una y otra vez cruza bajo su atenta mirada.

Finalmente deja a la bicicleta tomar un descanso. Ahora le toca, cual si se tratara de los amantes de antaño, enfrentar un tercer desafío, ha de correr cuatro veces al pie del Hotel Nacional, donde ella se encuentra. El viento intenta frenarle, pero allí, en lo alto, está Adriana, ajena por completo a sus planes. Por fin llega el momento del ascenso, la colina se torna desafiante, más ello no le detiene. Las piernas aún aguantan, el corazón aún aguanta, el pecho se agita, pero aguanta, la meta está a su alcance, el cuerpo parece tener vida propia, aprieta los puños, bracea con fuerzas, pasa el arco de la victoria, llega junto a Adriana e hinca una rodilla ante ella.

Todos lo miran, él lleva la mano a un costado. Abre una pequeña caja roja donde danza un anillo solitario. Hay lágrimas en los ojos de los jóvenes. No se dicen una sola palabra. Solo atinan a mirarse. Se besan. En un abrazo largo y cálido avanzan hacia la zona de recuperación, el silencio dice el resto.

Unos minutos más tarde, les “asalto”, grabadora en mano. Así descubro que Leonardo Borrás y Adriana Núñez llevan poco más de año y medio de novios. Ella aun tiembla de la emoción, fueron necesarios casi 10 minutos desde que recibió el anillo hasta que finalmente sus palabras dejaron escuchar el sí que los labios ya habían dado.

Leonardo parece ser un hombre a quien los tiempos malos le propician buenas ideas, fue en medio de la edición 33 de Marabana, mientras hacía la prueba de 42 kilómetros, con el agua cayéndole encima y el viento soplando a rachas, que decidió cuándo, dónde y cómo le propondría matrimonio.

En aquel momento la segunda vuelta le fue muy incómoda por la lluvia, “porque hay muchas lomas, pero aquí fue bueno -explica Leonardo-, que agrega, ayer llovió y hubo mucho aire, pensé que hoy todo iba a ser peor, pero hoy el tiempo se calmó y no llovió, que era lo que yo quería. En esta oportunidad el tramo de la bicicleta fue muy malo, hay mucho aire en contra y tienes que ir muy suave, además hay mucha arena, principalmente en G.

Esconder el anillo durante tantos meses fue una tarea, hasta cierto punto fácil, ya que los jóvenes aún viven en casas separadas. Ahora la pregunta que se impone es, ¿y la boda, pa cuándo? Algo a lo que responden con un ya veremos.

Aunque, por lo visto, no sería descabellado pensar que el matrimonio sea después de otra jornada de competencia. Va y deciden casarse en medio del próximo Marabana, o tal vez, al concluir la Media Maratón de Varadero. Lo único seguro es que el amor de estos jóvenes es capaz de imponerse a la distancia, y al mal tiempo