La suspensión de Lisbán Correa, el accidente casero sufrido por Carlos Torriente, la decisión de Frank Montieth de no jugar en esta temporada, la negativa del permiso para que el enmascarado holguinero Raudelín Legrá integrara la nómina oficial, la ausencia de de principales figuras en determinado momento por diferentes razones y la emigración de varios talentos pudieran ser algunas de las causas por las cuales en este momento, cuando estamos entrando en el último tercio de competencia, los Leones están alejados en la tabla de posiciones con escasas posibilidades de hacerse con uno de los boletos que les permita discutir el título en la postemporada.

Sin embargo, la cantera de peloteros capitalinos es tan grande, que aun así han continuado con un equipo contendiente sobre el campo de juego y con una banca envidiada por muchos a la espera siempre de suplir los lógicos baches que aparecen en campeonatos tan largos.

Entonces, ¿qué ha pasado con Industriales? ¿Por qué a estas alturas siguen rezagados en busca de un milagro el cual los haga colarse entre los cuatro finalistas? ¿Cómo es posible, después de estabilizar su defensa, encontrar un staff de picheo estable con cerrador de lujo incluido y tener una ofensiva poderosa con el líder de bateo del campeonato la frente, no hayan podido escalar más puestos a lo largo de los primeros 30 partidos de esta segunda fase del torneo?

El mismo mentor Rey Vicente Anglada declaró hace unos días que nunca había visto un equipo con esos altibajos tan grandes de un partido a otro, y es que a lo largo de todo este período esa ha sido la tónica de este conjunto, luciendo inmenso al masacrar en el terreno a un rival cualquiera para luego terminar humillado unas horas después, totalmente dominado por sus contrarios. No hablo de victorias y derrotas, el problema es cómo han sucedido estas, la mayoría de las veces de forma inexplicable para los aficionados.

No hay que analizar mucho las causas, a todas luces el factor sicológico ha sido el mayor enemigo de los capitalinos quienes caen en grandes baches mentales o  están inmersos de súbito en oleadas motivadoras que los convierten en seres invencibles sobre la grama de los estadios.

En esta recta final, más que grandes entrenamientos, estrategias de juego y movimientos sobre el campo, el equipo de la capital necesita salud mental, concentración y un pensamiento profesional que los mantenga enfocados. Su cuerpo de dirección tiene una tarea inmensa y es muy difícil que en apenas unos desafíos se pueda cambiar la personalidad de un conjunto. Sin embargo, a lo largo de esta segunda etapa, los destellos positivos vistos en ellos han hecho posible que sus aficionados sigan soñando y esperando una reacción que arrase con sus adversarios en el terreno de juego. Nos vemos en el estadio.