El trabajo de los árbitros es fundamental en cualquier evento deportivo, de ellos depende, en gran medida, la calidad de los que allí acontezca. Ejemplo de eso es lo sucedido este 10 de noviembre en la capital cubana.
Ese día, nada importó el mal tiempo reinante desde la noche anterior, en la madrugada, miles de personas salieron a las calles de La Habana con el firme propósito de tomar parte en Marabana 2019, un evento que en esta oportunidad estuvo dedicado a los 500 años de la capital cubana, y donde los árbitros y demás voluntarios, jugaron un papel destacado.
Las vicisitudes sufridas con el transporte, que no se comportó en todos los municipios como estaba orientado, tampoco pusieron límites a quienes, durante meses, se habían preparado para ese evento. Ni siquiera el aguacero que cayó a los pocos minutos de iniciada la competencia pudo frenar a los corredores. Pero no fueron ellos los únicos protagonistas de esta fiesta de los andarines. El trabajo que hicieron los árbitros y voluntarios presentes a lo largo de todo el circuito fue encomiable.
Por doquier se les podía ver, unos señalaban el camino, otros entregaban agua, refresco, ofrecían hielo. Mientras trabajaban, la lluvia se escurría sobre sus cuerpos, el agua del malecón amenazaba con empapar cada milímetro de su anatomía. Igual ocurría con los andarines, ninguno de ellos buscó refugio, y todos, corredores y voluntarios, compartieron la misma suerte.
Los miembros del orden interior también se mantuvieron en sus puestos, aguantando a pie firme durante los más fuertes embates de un aguacero que se tornó verdaderamente molesto para cuántos estaban a la intemperie. La seguridad de los maratonistas era lo principal para esos hombres y mujeres, de ahí que velaran constantemente para que ningún accidente se produjese.
Pero si el trabajo de todos esos héroes anónimos es digno de destacarse, no se puede dejar de mencionar el de los reporteros. Bajo aquel torrente de agua no se paró la cobertura. Las cámaras siguieron grabando, los periodistas reportaron. Los fotógrafos buscaron formas para proteger sus equipos para no dejar de tomar instantáneas ni un solo minuto.
Incluso hubo algunos, como es el caso del colega Calixto, que se vistió de atleta y salió a correr los 10 kilómetros de Marabana para después ir disparado hacia la Ciudad Deportiva, donde le esperaba una ardua jornada de trabajo. En la meta, el resto del equipo de Marabana aguardaba. Los servicios médicos, siempre alertas, asistieron a cuantos requirieron sus servicios. En todos lados, el ojo atento de los árbitros, no solo para orientar, sino para auxiliar en caso de ser necesario.
Lo vivido este año en Marabana fue el homenaje de todo un pueblo a los 500 años de la capital, un festejo del cual Tribuna de La Habana no podía ausentarse. Y como se trata de hacer por esta capital lo más grande, el periódico no solo realizó el reporte de cuánto allí tuvo lugar, sino que vivió, paso a paso, cada metro de la prueba madre de ese evento, los 42 kilómetros. Un desafío que completó como saludo al medio milenio de existencia de fundada la ciudad, y también en nombre de la prensa capitalina.
Ahora vendrán nuevos retos, nuevos eventos. Cada cual, desde los deportistas hasta los árbitros y jueces, tendrá la oportunidad de analizar los fallos cometidos en esta oportunidad para que no se repitan en próximas ediciones, de revisar los resultados. Será necesario buscar fórmulas para que no ocurran omisiones en las inscripciones, y sobre todo, de pensar cómo hacer, cada año, un evento que sea cada vez, más respetuoso del medio ambiente.
Y en ese constante perfeccionamiento, será fundamental la constante superación de los árbitros y jueces, hombres y mujeres que este 10 de octubre, una vez más, demostraron que son capaces de cumplir con su misión así tengan que hacerlo contra el viento y la marea.