El amanecer de este domingo en La Habana se prevé intenso, desafiante, lleno de sorpresas. Cuando el lector tenga en sus manos este periódico, ya cientos de silbatos habrán dado el de pie a quienes viven cerca del Parque Central, e incluso, en el Paseo del Prado y hasta un poco más allá.
Hoy, por las arterias de esta urbe correrá un mar de pasiones, tropel de cuerpos que se desbanda desde lo alto de una colina y baja a toda velocidad hasta doblar frente al mismísimo Malecón habanero. Tributo de andarines a una ciudad llena de leyendas que cumple 500 años de existir. Corazones a todo tren, la vista al frente, la frente sudorosa, el camino lleno de gritos procedentes de quienes, desde el amanecer, esperan para verlos pasar.
La Habana se transforma en una inmensa pista de carreras, solo que los autos, en esta oportunidad, tienen el paso prohibido. El aliento entrecortado de los andarines y el ensordecedor repiquetear de sus pies sobre el asfalto es la señal de una batalla, donde nadie sale herido, salvo si acaso, el amor propio, en este deambular por calles colmadas de anécdotas, de personajes pintorescos y donde historia y modernidad insisten en darse la mano. Cada paso es una victoria, un viaje por la ciudad de Martí, una reverencia al hombre que decidió entregarse a los pobres de la tierra y se volvió semilla redentora.
Al lado de cada corredor estará el Andarín Carvajal, ilustre devorador de distancias que este domingo volverá a recorrer su amada Habana y a perderse entre sus altibajos donde se abrazan el azul del mar y el verde de los parques.
Marabana es un espectáculo fascinante, donde los principales actores visten ropa deportiva, andan con desenfado y hablan distintos idiomas; su elenco está conformado por cubanos y extranjeros, llegados de los más insospechados lugares del mundo.
Ellos son parte de una singular sinfonía para la cual no existe un único director de orquesta, sino miles que tocan a la par y aunque con tempos distintos, bajo mismo nombre: Corazón.
Cada uno de ellos interpreta la misma melodía de forma diferente y sin embargo, de manera misteriosa, se entrelazan armónicamente. Marabana es, en fin, un homenaje de pueblo a los 500 años de La Habana, una fiesta que, cuando este periódico llegue a sus manos, usted la estará viviendo o tal vez ya habrá terminado, pero si de una cosa estoy seguro es de que nunca podrá olvidarla.