Este domingo, la participación del equipo capitalino en la Serie Nacional de Béisbol para menores de 23 años llega a su fin. Cuatro equipos pasarán a semifinales y una vez más los azules quedan relegados en la tabla de posiciones acumulando más derrotas que victorias. Otra vez la decepción, las pifias en demasía, el bateo discreto y la inestabilidad en los montículos. Otro capítulo que se cierra de prisa y se archiva, mientras el polvo se sigue barriendo para abajo de la alfombra.

¿Qué está pasando con esta categoría en la capital? ¿Qué fuerzas negativas están empujando en contra? ¿En qué punto específico se ha trabado el mecanismo que genera victorias?

Los resultados obtenidos en el terreno de juego no son para nada consecuentes con la calidad individual de sus jugadores. Lanzadores veloces con experiencias en niveles superiores, rapidez en las bases, hombres de fuerza con excelentes físicos para este deporte y una dirección con currículos extraordinarios; no han logrado canalizar esas calidades sobre la grama de los estadios.

No alcanzó la experiencia y la entrega de Lázaro de la Torre en la temporada pasada al mando del conjunto y tampoco ha podido el talentoso técnico Erlys Garrido este año.

Foto: Boris Luis Cabrera Acosta

Si bien es cierto que la Serie Nacional sub 23 es un escenario donde crecen las dificultades como la mala yerba, donde los problemas logísticos golpean la psiquis y la motivación de los atletas, los capitalinos no son los únicos que son atacados por estos demonios a lo largo del campeonato. En muchas provincias se consigue palpar un despegue cualitativo tanto individual como colectivo y eso nos tiene que convidar al análisis y a la reflexión.

No se puede pasar página, estas discretas actuaciones tienen que remover cimientos y encender alarmas. No basta con arengas, no son suficientes el deseo ni las buenas intenciones, hay que empezar desde ya a cortar el marabú que está impidiendo ver la tierra fértil que tenemos bajo los pies. 

La Serie Nacional de Béisbol de esta categoría necesita de nuestra atención, ellos son la semilla, la génesis de un futuro de glorias que tanto anhela nuestro deporte nacional. Es un problema de todos encontrar las causas de este retroceso. Desde los aficionados que no asisten al estadio, los periodistas que no le dan seguimiento a la competencia, los directivos encargados de garantizar las mínimas necesidades de los atletas; hasta la misma dirección del conjunto, sus métodos de entrenamiento o la actitud y profesionalidad de los atletas.

Quizás el objetivo principal de esta competencia se ha cumplido. Fueron 36 partidos más para esos jóvenes que necesitan el fogueo para desarrollar sus herramientas y su pensamiento técnico-táctico en el terreno. Pero los aficionados de la capital siguen con hambre de victorias y no les gusta, estoy convencido de ello, poner en juego su orgullo y su historia. Nos vemos en el estadio.