Los azares del destino intentaron “jugarle una mala broma” a Benito Jesús Rodríguez Santos cuando apenas tenía nueve meses de edad. Él, que había nacido sin ninguna limitación física, de pronto sufrió los rigores de una enfermedad que le restaron movilidad a un lado de su cuerpo.
Sin embargo, este hombre que tiene su residencia en el municipio de San José de Las Lajas, en la provincia de Mayabeque, aprendió a vivir con esas discapacidades, y más aún, a ser una persona realizada. Muestra de lo anterior lo es su entrega, por 36 de sus 52 años, al mundo del arbitraje, y el hecho de ser, hoy en día, presidente de Reglas y Arbitrajes de Tenis de mesa en Cuba y el encargo de la atención a los discapacitados por parte de la Comisión Nacional de Tenis de mesa.
Pero, mejor dejemos sea el propio Benito, —así, a secas—, como todos le llaman, quien narre sobre su vida dentro de ese deporte en nuestro país.

“Debido a mi enfermedad —comenta al preguntarle si alguna vez realizó algún deporte— practiqué varios, pero realmente me dediqué más al tenis de mesa, donde, como discapacitado, intervine en campeonatos provinciales y nacionales. En el año 1982 me inicié en el mundo del arbitraje, en ese momento alternaba las funciones de jugador y las de árbitro. Esta última la ejercía cuando no tomaba parte en una competencia como discapacitado”.
“Ya en el 85 me hice árbitro nacional, y a partir de ese momento participé, ejerciendo esas funciones, en eventos para jugadores convencionales y discapacitados. Ya con cuarenta y tantos años comprendí que no podía seguir, producto de mi enfermedad, como jugador activo, y me dediqué por completo al arbitraje. La categoría de Árbitro Internacional (AI) la obtuve en el 2010”.
¿Qué se necesita para ser Árbitro Internacional?
“Eso lleva varios requisitos. Lo primero es haber pasado por varias etapas, como son las de árbitro provincial, nacional, y participar en eventos internacionales, dentro o fuera de Cuba. Realmente, este deporte se puede decir que tiene poca participación en torneos en el exterior, pero en Cuba se hacen varios eventos internacionales y debido a mi trabajo en esos certámenes fui convocado para hacer una prueba de árbitro internacional”.
Sobre su trayectoria impartiendo justicia en eventos internacionales, Benito comenta: El primero fue la Copa Cuba de 1985. A solo dos ó tres años de iniciarme como árbitro tuve la dicha de impartir justicia en la final por equipos de un torneo internacional. Eso me sirvió de mucha experiencia para toda la vida”.
“De todos los momentos cuando he tenido la fortuna de arbitrar, el que más me marcó fue el clasificatorio para las Olimpiadas de Barcelona 1992, efectuado en la Ciudad Deportiva, en La Habana. Allí acudieron muchos países y fue una experiencia inolvidable”.
¿Eventos fuera de Cuba?
“Sí. He tomado parte en varios. He acudido a Panamericanos, y recientemente a los Centroamericanos de Barranquilla, en Colombia, donde tuve una vivencia muy buena, pues yo pensaba iba a trabajar como árbitro y, sin embargo, me tocó desempeñarme como juez adjunto. Con anterioridad había estado en el Panamericano Juvenil en República Dominicana, lo cual me sirvió de mucho para, en Colombia, poder hacer un buen trabajo en un puesto de mayor responsabilidad al que yo tenía pensado enfrentarme”.
Poseedor de la categoría de Juez Adjunto continental ¿Qué le falta por lograr en el mundo del arbitraje?
“Obtener la condición de Blue Badge, una categoría que tiene el AI en el mundo, para lo cual me falta dominar el inglés, el cual estoy estudiando; además, vencer una prueba teórica el próximo año y tres pruebas prácticas”.
Más, aunque el tenis de mesa no exige grandes requerimientos físicos a los imparciales, sí necesita de ellos grandes reflejos, pues la pelota viaja a mucha velocidad. Ello implica estar muy activo para no perder ninguna jugada. Y claro, que no están exentos de algún que otro “accidente” con la pelota, como comenta Benito. “En muchas oportunidades me ha dado. En un momento determinado, un jugador le pega a la pelota y por más que quieras, no te la puedes quitar”.
Al preguntarle sobre alguna anécdota curiosa, surge el episodio del tres en uno. “Le voy a hacer una historia que le cuento a todos los árbitros. Estando en un torneo de primera categoría en 1989, en Santiago de Cuba, me tocó arbitrar en una final con otro compañero, el cual no estaba muy atento. Allí se nos dio una jugada polémica que nos obligó a parar el partido. Tanto fue así, que hice tres acciones que no tenía que haber hecho”.
“Ello provocó me empezaran a llamar tres en uno, porque en este deporte no existen acciones nulas. Aquí solo hay tanto o net. Yo hice tres acciones en una misma acción, al poner primero tanto para un lado, después para el otro, y finalmente declarar nulo. Eso fue doloroso para mí, pero aprendí que cuando uno toma una decisión, no puede echarla atrás”.
Finalmente, ¿cuál era la decisión correcta?
“Tanto para el que había pitado en un inicio. Pero como yo canté para un lado, y el otro árbitro para el otro, yo hice dos acciones y él una. De ahí el sobrenombre de tres en uno. Finalmente, fue tanto para quien había señalado en un inicio”.
¿Qué es lo que más te gusta de arbitrar?
“Todo. Eso lo llevo en la sangre. Creo que cuando no pueda hacerlo será porque estoy muerto. Yo, pese a mi enfermedad, he estado toda mi vida en el deporte, y sin él no soy nada. A los que se inician en este mundo del arbitraje, les digo que tiene que gustarle mucho el deporte, vivir para el deporte.
Los miembros del arbitraje en general, somos uno solo, con independencia del deporte a que se pertenezca, y todos tenemos que velar por hacer un buen papel donde quiera que estemos”.

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