Los cambios por el paso de las estaciones, nos afectan de una forma u otra, exigen un periodo de adaptación que tendrá consecuencias tanto a nivel emocional como físico.
La primavera y el verano pueden favorecer la secreción de vitamina D, serotonina, dopamina y oxicitocina. Mejoran el estado de ánimo al disponer de más horas de luz, más tiempo y la oportunidad de realizar actividades diferentes, al aire libre y con mayor contacto social.
También pueden generan efectos un poco más desagradables, que sentimos especialmente como una falta de energía que puede venir acompañada por: Somnolencia e insomnio; cefaleas; hipotensión o mareos; falta de concentración; cambios en el estado de ánimo; pérdida de apetito; disminución de la líbido.
Esto principalmente viene causado por esa mayor exposición a la luz y al calor (y los efectos que esto causa en el organismo), y porque normalmente en estos momentos realizamos cambios en nuestras rutinas habituales.
Para sobrellevarlo necesitamos tranquilidad, como decíamos es algo pasajero y al final esas sensaciones acaban desapareciendo. Mantener rutinas saludables. Deja el tiempo suficiente para el descanso; mantén una alimentación equilibrada; realiza actividad deportiva, puedes aprovechar el aire libre teniendo siempre cuidado con las horas de mayor calor. Realiza ejercicios de meditación y relajación que te ayuden a desconectar.

Conectar con la gente personalmente, va a tener un efecto positivo en tu bienestar emocional.
Escucha tus necesidades propias, atiéndelas y recuerda que es importante que expreses tus emociones
Por último, recuerda disfrutar de las oportunidades que surgen con estos cambios y emplear la empatía y la tolerancia para evitar los conflictos.
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