Las palmeras de la especie Socratea exorrhiza, mejor conocidas como “palmeras que caminan”, han sido durante años el blanco de múltiples interrogantes. Incluso representaron un verdadero misterio para los biólogos que discutieron sobre sus desplazamientos.
Las “andanzas” de estos árboles son un ejemplo preciso de cuando la realidad supera a la ficción.
Son nativas de las selvas tropicales en América Central y América del Sur, incluyendo la Amazonia; existen en la naturaleza y se mueven lentamente usando sus raíces en busca de un lugar donde puedan recibir la luz solar.
En 2015, el paleobiólogo Peter Vrsansky, del Instituto de Ciencia de la Tierra de la Academia de Ciencias Bratislava, aseguró haber presenciado este fenómeno de primera mano:
“A medida que el suelo se erosiona, el árbol produce raíces nuevas y largas en búsqueda de tierra nueva y más sólida, que a veces alcanzan hasta 20 metros.
“Luego, lentamente, a medida que las raíces se asientan en el nuevo suelo y el árbol se inclina pacientemente hacia las nuevas raíces, las viejas raíces se elevan poco a poco en el aire”.
Un par de años demora todo el proceso para que el árbol se reubique en un nuevo lugar con mejor luz solar y un suelo más sólido.
En una verdadera competencia por sobrevivir, las palmeras que caminan luchan con otras plantas tropicales tratando de encontrar la luz del sol y un suelo más estable.
¿Qué propiedad hace mover a estas palmeras?

Lo que exactamente hace que esta “magia” sea una realidad continúa siendo un misterio para la comunidad científica, pues aún se desconoce cuál es el fenómeno específico que las hace mover.
Una de las grandes reservas de esta planta caminante se encuentra en Ecuador, aunque allí están en verdadero peligro. La producción agrícola en ese país y la explotación comercial de su madera “corta sus pasos”.
Por otra parte, existe la amenaza del jabalí americano, que precisamente se alimenta de gran cantidad de semillas de la planta y juega un papel importante en limitar su población.
Fuente: Russia Today