Diez años pareciera solo una cifra redonda que suena a celebración, a logro consolidado. Pero detrás de ese número hay una historia escrita con sudor, con interminables jornadas que robaron horas de sueño, con las lesiones silenciadas por la pasión y con la incertidumbre de quien funda algo nuevo en un terreno ya habitado por gigantes.
Diez años son más que el cúmulo de metas que se alcanzaron y de aquellas que, a pesar del esfuerzo, se quedaron en el camino, recordándoles que el arte es un viaje de permanente búsqueda.
Este fin de semana, sin el miedo escénico de aquel estreno fundacional el 8 de abril de 2016, Acosta Danza se presentará ante su público con la fortaleza de quien ha aprendido a levantarse después de cada caída y la madurez de un elenco rejuvenecido que lleva en la sangre la herencia de sus fundadores y maestros. No es solo una celebración; es un reconocimiento a la resiliencia, a la fe inquebrantable en un proyecto que soñó el bailarín Carlos Acosta. Es el abrazo de toda una comunidad tras una década en movimiento.

Yaday Ponce, directora artística y fundadora de Acosta Danza, personifica la evolución y los retos superados por una compañía que forjó su grandeza desde una cantera de jóvenes de diferentes compañías danzarías.
Su rol dentro de Acosta Danza comenzó en la enseñanza, al impartir clases de técnica cubana y danza moderna. Reconoce que el camino inicial estuvo lleno de desafíos. "El primero, Carlos Acosta, un bailarín clásico, haciendo una compañía contemporánea en Cuba, donde hay tanto talento y varias compañías, dígase Danza Contemporánea, Micompañía (Susana Pous), entre otras. Luego el reto de unir a bailarines de formaciones muy distintas, que provenían de diferentes estilos fue un complicado".
Ponce nos comenta que el objetivo siempre fue la integración, donde el bailarín transitara de un estilo a otro, lo más cómodo posible, enfocándose mucho en la preparación y unificación de los diversos mundos danzarios.
A su juicio, el logro fundamental fue la creación de una estructura de formación de ellos, con sus propias canteras, exigencias y criterios. "Hicimos la unidad artístico docente, que son tres años de nivel medio. O sea, tienen que presentarse a nuestras audiciones con un nivel elemental, ya sea en danza o en ballet. Es uno de los requisitos que tenemos. Luego aquí continuamos su formación: tres años de nivel medio. Una vez terminados estos estudios, pasan para la compañía Acosta Junior, que también fue otro logro. En esta serían dos años de servicio social y después pasarían, finalmente, a la compañía".
Luego, la directora artística destaca que, para facilitar el acceso, realizan audiciones en diferentes provincias como Santiago de Cuba, La Habana y en ocasiones en la región central del país.
Sobre el impacto internacional de Acosta Danza, destaca que la fuerza y el sello del bailarín cubano son inmediatamente reconocibles y bien recibidos. "Cuando el cubano llega, esa fuerza, calor y sensualidad se notan. Lo que hace que la acogida sea tremenda, por la fuerza y manera de moverse, aunque sean obras ya conocidas por el público, ese sello nuestro se nota y se ve increíblemente", concluyó.
Para el público que asiste a celebrar la década de la compañía, su mensaje es claro y apela al talento joven y la disciplina. "Van a ver muchachos jóvenes con ganas de bailar, con una disciplina y formación para la que trabajamos constantemente. Los que asistan, disfrutarán de una función intensa, con contenido, donde cada pieza tiene su historia", finalizó.

Leandro Fernández, un joven bailarín de la compañía Acosta Danza, es una de las muestras de la grandeza de los egresados de la academia de dicho conjunto danzario. Fruto de una excelente cantera guiada por maestros de primer nivel y de un sólido sistema de enseñanza artística, Ferrera nos comenta sobre retos y glorias.
Originario de Santiago de Cuba, inició su camino en la danza desde muy joven, bailando en las casas de cultura de su tierra natal por seis años aproximadamente.
Su formación dio un salto cualitativo al ingresar a la Compañía Ballet de Santiago, lo que considera un paso crucial que complementó su ingreso en el mundo de las escuelas de arte. Ahí inició mi carrera como bailarín de ballet. Empecé dicha especialidad y estuve cinco años. Durante ese período, hice mi pase de nivel y obtuve muchos premios y reconocimientos durante toda esa trayectoria", comentó a Tribuna de La Habana.
Sin embargo, un nuevo y decisivo capítulo se abriría con la audición para la Academia Acosta Danza, de la cual es fundador.
Sobre los inicios de la academia, recuerda que fue un proceso experimental y único. "En aquel momento era un poco diferente porque eligieron a bailarines de danza y de ballet clásico. Al hacer una mezcla de ambos estilos danzarios los profesores debían determinar cuán efectivo sería y cómo debían ser los procesos metodológicos".
Uno de los hitos más importantes en su carrera fue su participación en el prestigioso Prix de Lausanne, en 2020, un logro que lo coloca en un lugar destacado en la historia de la danza cubana. "Soy el segundo cubano, después de Carlos Acosta, en haber ido al Prix, en Suiza. Llegué a la semifinal y aprendí mucho, además de los reconocimientos que obtuve".
Aquella experiencia le abrió puertas a nivel internacional, pero su compromiso siempre estuvo con Acosta Danza. "Muchas escuelas querían que yo trabajara con ellos, pero tenía un propósito aquí -en la compañía-, además deseaba seguir y experimentar un poquito más".
Para Fernández, la danza contemporánea trasciende la mera ejecución de movimientos. "Va más allá de cualquier sentimiento o movimiento. Te permite reflejar de manera más expresiva las emociones por las que pasaste, permitiéndote poder acudir a ellas y tener como opciones de interpretar la danza; aunque pasa igual en lo clásico", destaca.
Sobre la evolución de Acosta Danza, destaca la visión expansiva de su director. "Realmente ha sido un progreso muy grande. Porque no solamente Carlos ha creado una escuela o una compañía, sino una metodología propia. Ha llegado como a cada parte del país como a cada escuela. Hoy por hoy a los estudiantes desde edades tempranas les interesa mucho nuestra danza".
Formar parte de esta compañía en su décimo aniversario lo llena de orgullo y sentido de pertenencia. Considera que son una familia muy grande que siempre, como en todos los lugares, va a haber personas que entran y salen, pero dejan huellas.
La influencia de Carlos Acosta en su desarrollo como artista ha sido profunda y directa, destacando que es un excelente maestro, coreógrafo y bailarín. Esta admiración se ve respaldada por una cercana relación de trabajo. "Hemos tenido bastante comunicación y tuve la oportunidad de bailar con él en varias ocasiones, dígase en fragmentos de versiones coreográficas de Acosta, como Don Quijote, Carmen, Cascanueces en La Habana y Tocororo, una fábula cubana".

Daniela Urgelles Francia, de 28 años de edad, es una de las jóvenes formadas y egresadas en la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso (ENBFA) que hizo sus prácticas preprofesionales en el Ballet Nacional de Cuba (BNC), donde posteriormente perteneció a su cuerpo de baile.
"Cuando llevaba cinco años en el BNC, se me presentó la oportunidad de trabajar con un coreógrafo llamado Kyle Abraham. Haríamos un pas de deux (término francés que significa "paso de dos”, donde generalmente un hombre y una mujer que danzan juntos) que consistía particularmente en una bailarina clásica y un bailarín contemporáneo. Luego de algunas audiciones logré interpretar este rol. Mi partner era un bailarín contemporáneo llamado Mario Sergio Elías, primer bailarín de la compañía Acosta Danza", comentó Urgelles.
Para ella, Sergio Elías fue su primer motor de impulso, al ser un bailarín que admiraba mucho de la danza contemporánea, ya que también lo había visto incursionar en el ballet clásico. "Al conocerlo, y con ello su forma de trabajar, pudo mostrarme el sabor de lo que podría ser Acosta Danza. Ahí empezó mi curiosidad a ampliarse mucho más. Saciando esas inquietudes, terminé integrando Acosta Danza y explorando más lo que había empezado con ese pas de deux, que era para un homenaje a Alicia Alonso".
—¿Cuáles son las diferencias palpables, tanto en preparación como en feedback colectivo entre una compañía de ballet clásico y una de danza contemporánea donde se fusionan diferentes estilos?
—Primeramente, el cuerpo agradece mucho cuando tienes una formación clásica, porque te ayuda a tener una disciplina, pudiendo entender más la formación que tu cuerpo tiene. Pero la danza contemporánea es muy retadora, ya que tienes que trabajar mucho con tu centro, en el suelo, y el ballet siempre es más etéreo. Vas sintiendo, aunque tú no notes mucho que tus músculos hablan por sí solos. Sientes totalmente diferente el trabajo a nivel corporal, incluso a veces te puede cambiar mucho.
“Aunque tengas un buen nivel clásico, al irte al contemporáneo ya estás haciendo algo súper diferente a todo. No es como empezar de cero, pero es incursionar en movimientos, calidades y tensiones musculares que no habías experimentado. Los reflejos también son muy diferentes, porque las formaciones en el baile clásico son como de gran disciplina, casi siempre los recorridos sobre el escenario están súper coordinados y militarizados, pero aquí todo el tiempo los contactos con los bailarines y la forma de moverte es a veces más rápida, más riesgosa, tienes que estar más pendiente".
Al preguntarle sobre sus gustos de coreografías de la danza clásica, destacó su amor por Giselle, revelando que, tanto la joven campesina como Myrtha, reina de las Willys, son sus favoritas dentro de este icónico ballet, recalcando este último personaje por su temperamento y serenidad.
A pesar de no tener referentes específicos de la danza contemporánea, la joven bailarina destaca la pasión por la trayectoria de su directora artística, Yaday Ponce. "La personalidad que refleja y la manera en la que imparte sus clases de la técnica moderna contemporánea ha sido lo que más la ha ayudado a acercarse a este estilo danzario", subrayó.
Mientras, de la danza clásica, destacan Gretel Morejón, la rusa Natalia Osipova y Aurora Bosch.
—¿Qué representa para ti la maestra Aurora?
—He tenido muy buenas experiencias desde que integré al Ballet Nacional con la maestra Aurora, a quien le agradezco mucho mi formación, al igual que a las maestras Consuelo Domínguez y Svetlana Ballester. Aurora siempre nos mantuvo cerca de Fernando Alonso, ya que mi generación no lo conoció a plenitud. Además, la profe dominaba lo mismo el piano que la música necesaria para los ejercicios. Su integralidad iba más allá del lenguaje artístico-clásico.
Al hablarle de Svetlana, su voz se sentía afligida. "Sinceramente, me hablas de ella y me erizo. Es uno maestra que impresiona desde que entra al salón. Su proyección es tan fuerte que ya tu cuerpo se prepara solo con verla. Exigía un nivel de concentración, transmite mucha energía y realmente disfruté demasiado sus clases, porque ella ha logrado, en mi opinión, una exitosa confluencia de la técnica cubana y sus experiencias en Europa”, concluyó visiblemente emocionada.

Edgar Quintero forma parte del nuevo elenco de Acosta Danza. Su pasión por el baile lo acompaña desde la infancia, en su Cienfuegos natal, donde participó en diversos proyectos infantiles como Pequeños Gigantes. La formación académica de Quintero comenzó en La Habana, en la Escuela Elemental de Danza Alejo Carpentier, donde cursó su primer y segundo año de nivel elemental y, posteriormente, en la ENBFA continuó sus estudios.
Aprobó sus exámenes de nivel, pero su admiración por Carlos Acosta y la compañía lo llevó a audicionar para la academia. "Hice mi pase de nivel de ballet, aprobé, pero también hice las pruebas aquí porque esto me llamaba la atención. Luego ingresé aquí, pasé la formación y para siguiente el año tengo mi ejercicio de culminación de estudios”.
El joven de 18 años valora enormemente el sistema de enseñanza de la academia por su enfoque integral. "Acá tenemos algo muy bueno: incorporamos danza contemporánea, utilizamos el ballet, folclor, tenemos una mezcla y una variedad de estilos que nos ayuda a convertirnos en profesionales integrales. Tenemos un excelente claustro de maestros, y así, dentro de la formación vamos acumulando experiencias y aumentamos nuestro nivel y técnica".
"Mi sueño fue, y aún lo es: alcanzar la máxima libertad expresiva en la danza. Sigo transformando mi cuerpo para poder transmitir más con todas estas herramientas -danzarias-, ya sea en el baile clásico o contemporáneo", comenta.
Entre sus mayores referentes se encuentra el actual director de la compañía a la que pertenece y el también bailarín cubano Osiel Gouneo. Además de su danza, le llama la atención cómo ellos fueron de “menos a más”, saltando cuanto obstáculo tuvieron en su vida.
Quintero ha tenido el honor de haber sido guiado en su infancia y adolescencia por leyendas femeninas de la danza cubana, como Loipa Araújo, Marta Iris Fernández, Lourdes Arnau y Ramona de Saá Bello, a quien recuerda con especial cariño, porque siempre creyó en él.
"Cuando yo entré en la Escuela Nacional de Ballet, ella aún era la directora. En mis primeros años no tuvimos tanto contacto, pero siempre se fijó en mí y me llevó personalmente a concursos. En una ocasión no fui aceptado por varios profesores para participar en un certamen, pero ella se opuso y dijo que yo sí podía ir", aseveró, resaltando que siempre la caracterizó su sinceridad, entrega y confianza en sus alumnos.
En las próximas funciones, participará en dos obras: Llamada, pieza del español Goyo Montero y De punta a cabo, espectáculo de Yaday Ponce sobre la original de Alexis Fernández.
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