En la primera noche de estas presentaciones, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, la joven solista, de 24 años, Gabriela Druyet, debutó en la obra de ballet clásico El lago de los cisnes.
Con un teatro lleno, todos estaban expectantes a la salida de la joven bailarina.
Mientras, los más aclamados en el primer acto, fueron los primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba (BNC) Anyelo Montero y Sadaise Arencibia. Esta última se retiró recientemente de los escenarios, aunque, en esta ocasión, tuvo la tarea de interpretar a la reina y madre del príncipe Siegfried( Anyelo Montero) en El lago...
Con gritos de “Bravo, Sadaise” y otros calificativos bien merecidos, la primera bailarina del BNC, regresó no como princesa en esta ocasión; pero demostrando cuán cíclica es la vida artística y, que permanecer en el reino, cuidar el trono y serle fiel a la corona, es lo más importante para cualquier princesa, que tarde o temprano, llegará a ser reina.
Acompañando a Druyet, el talentoso Anyelo Montero asumió el papel del príncipe Sigfrido, aportando una presencia magnética y una técnica impecable a su interpretación. En el segundo acto, la química entre ambos fue palpable, creando momentos de pura magia en el escenario. La gracia y elegancia de sus movimientos cautivaron al público. Mientras, los pas de deux brillaron por su precisión y emotividad.
Montero, una vez más, deslumbró con su virtuosismo y teatralidad, ejecutando saltos y giros con una ligereza asombrosa, lo que elevó aún más la intensidad dramática de la obra. Ambos bailarines lograron transmitir un profundo sentido de anhelo y desesperación, haciendo que la audiencia se sumergiera completamente en la historia.
Además, es válido subrayar la capacidad para brillar de Gabriela Druyet. Debutar en El lago de los cisnes puede ser un desafío significativo para cualquier bailarín. Al mismo tiempo, es un reconocimiento a su talento y dedicación.

El término "cisne negro" a menudo se asocia con la idea de lo inesperado o lo excepcional, lo que sugiere que Druyet lograría destacar y ofrecer una interpretación memorable. Su esfuerzo y habilidad para adaptarse a las exigencias de la obra, reflejan su profesionalismo y pasión por el ballet.
Su rostro irradiaba emoción y conectaba con la audiencia de una manera especial, mientras que su elegancia natural aportó un aire de sofisticación a cada movimiento. Además, el excelente acompañamiento musical, bajo la batuta del maestro Yhovani Duarte, director de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, jugó un papel fundamental, creando una atmósfera que complementaba su interpretación y permitía que el público se sumergiera en la historia sin distracciones.
En resumen, estos elementos lograron que el debut de Druyet se sintiera completo y cautivador.
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