La retransmisión de la estelar serie Calendario en la noche del domingo marca un punto de referencia en la necesidad de realizar guiones atractivos que permitan abordar los temas de interés de diferentes grupos generacionales –aunque los protagonistas sean los jóvenes- en los seriales de factura nacional que podemos disfrutar en familia frente al televisor.

Comentarios favorables volvieron a ocupar un espacio en las redes de Facebook en medio de un escenario propicio si tenemos en cuenta el inicio de un nuevo curso lectivo y las expectativas que genera en cuanto a la relación: familia-escuela, así como las variables comunes que marcan las diferencias en el proceso de aprendizaje y la necesidad de reincorporar a profesores y maestros al frente de las aulas.

Por suerte Calendario se convirtió, de obra artística en sí, debido a su vigencia, en un referente imprescindible a tener en cuenta toda vez que nos enfrentamos a los problemas que afectan a los estudiantes como es el llamado bulling, las diferencias económicas que inciden sobre determinadas familias, los riesgos de la formación de adolescentes en una etapa importante de sus vidas, entre otras cuestiones que despertó la serie y colocó sobre la mesa de la familia y la sociedad.

Sobre todo, en este regreso, colocamos un punto de inflexión para compartir aquel poema de Nicolás Guillén –utilizado por los guionistas- para desatar los diferentes caminos que transitamos en Calendario, pero (sobre todo) que forman parte de la introspección que debemos hacer en nuestras vidas como protagonistas de la construcción de la sociedad que defendemos.

Digo que yo no soy un hombre puro

Yo no voy a decirte que soy un hombre puro. / Entre otras cosas /falta saber si es que lo puro existe. / O si es, pongamos, necesario. / O posible. / O si sabe bien. / ¿Acaso has tú probado/ el agua químicamente pura, / el agua de laboratorio, / sin un grano de tierra o de estiércol, / sin el pequeño excremento de un pájaro, / el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno? / ¡Puah!, qué porquería.

Yo no te digo pues que soy un hombre puro, / yo no te digo eso, sino todo lo contrario. / Que amo (a las mujeres, naturalmente, / Pues mi amor puede decir su nombre), / y me gusta comer carne de puerco con papas, / y garbanzos y chorizos, y / huevos, pollos, carneros, pavos, / pescados y mariscos, / y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino, / y fornico (incluso con el estómago lleno).

Soy impuro ¿qué quieres que te diga? / Completamente impuro.

Sin embargo, / creo que hay muchas cosas puras en el mundo / que no son más que pura mierda.

Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario. / La pureza de los novios que se masturban / en vez de acostarse juntos en una posada. / La pureza de los colegios de internado, donde / abre sus flores de semen provisional / la fauna pederasta. / La pureza de los clérigos. / La pureza de los académicos. / La pureza de los gramáticos. / La pureza de los que aseguran / que hay que ser puros, puros, puros.

La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia. / La pureza de la mujer que nunca lamió un glande. / La pureza del que nunca succionó un clítoris. / La pureza de la que nunca parió. / La pureza del que no engendró nunca. / La pureza del que se da golpes en el pecho, y / dice santo, santo, santo, / cuando es un diablo, diablo, diablo. / En fin, la pureza / de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro / para saber qué cosa es la pureza. / Punto, fecha y firma. / Así lo dejo escrito.

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